Con el 85 por ciento de los votos escrutado, no hay sorpasso, hay sorpresa. Y la sorpresa viene del lado que menos se esperaba. El bipartidismo late. Y vaya si late. La vieja política no ha muerto. Y Rajoy ha resucitado. El PP y el PSOE cabalgan. A Unidos Podemos no le ha salido la suma y se ha demostrado que en política las matemáticas no son una ciencia exacta. Y el efervescente Rivera va camino de pasar del estado gaseoso a directamente evaporarse. Ciudadanos se ha desangrado. El voto prestado que le venía de la derecha se ha refugiado de nuevo en el PP. Puede ser que el Brexit haya influido para que los españoles votasen por malo conocido, antes que por genios y visionarios que conocer. Pero el voto es legítimo. No vale ahora, como ya están haciendo algunos gurús de la nueva política, hablar de voto secuestrado, de voto del miedo y de voto cautivo. No hay un voto «cativo» y otro sabio e importante. En democracia los votos pesan todos igual. Cuando se gana y cuando se pierde. Lo peor de estos resultados, con un renacimiento de la vieja política, es que la situación de bloqueo para formar gobierno puede seguir igual. Los cuatro personajes se odian. Y los números siguen sin salir. Tal vez dejar que Mariano gobierne en minoría, para que los otros tres intenten la nueva pinza desde dentro del Congreso.