Escépticos y desconfiados

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

30 may 2016 . Actualizado a las 08:38 h.

Circulan demasiados argumentos falaces e interesados ante la próxima campaña, elaborados por los distintos partidos que forman nuestra clase política. Da la sensación de que no nos tienen respeto o nos toman por tontos. El PP dice que tuvo que hacer recortes por culpa del Gobierno dilapidador de Zapatero, pero no nos dice por qué ha recortado en unas cosas y no en otras. El PSOE acusa al Partido Popular de empobrecernos a todos con sus duros ajustes, que han condenado a muchos españoles a lidiar con la pobreza, pero no admite ninguna responsabilidad socialista previa. Ciudadanos recuerda el dispendio de la etapa zapateril y el trasquile popular, y condena a ambos por excesivos.

UP, como todo grupo recién nacido, se proclama libre de mancha y sin ninguna responsabilidad en el pasado, pero dispuestos a hacer un futuro tan nuevo que habrá que remontarse a Marx, Lenin, Gramsci y Chávez para entenderlo.

Y en esto estamos, con cada uno aplicado a repetir su cantinela, sin el menor respeto intelectual por nosotros. Siempre fue así, se dice, y hay mucho de cierto en ello, pero la repetición de las elecciones hace que esta vez la dosis se nos revele, por duplicada, excesiva. Al final, va a tener razón al ingenioso Bernard Shaw cuando afirmaba que «la política es el paraíso de los charlatanes». Préstese oído a lo que se dice y saque el lector sus conclusiones. Y no olvide que, en todo caso, el peor enemigo de la democracia es la demagogia, que campa a sus anchas por nuestras redes mediáticas en múltiples y diversas efusiones.

¿Qué echa uno más en falta ante la nueva campaña electoral? Sin duda, más dosis de realismo y de claridad en sus argumentos. No basta con soltar un rosario interminable de promesas, sin explicar cómo se van a materializar.

Decía Winston Churchill que «el defecto inherente del capitalismo es el reparto desigual del beneficio» y que «el beneficio inherente del socialismo es el reparto equitativo de la miseria». Y algo de razón debía de tener cuando todos nuestros políticos se aplican a hacer promesas sin ton ni son, y sin más aval que su supuesta palabra de honor.

El resultado es que uno pierde la fe en ellos y desconfía. Y crece el escepticismo.

¿Acaso no se dan cuenta de ello? ¿O es que no les importa?