El colisionador de comadrejas

Javier Guitián
Javier Guitián EN OCASIONES VEO GRELOS

OPINIÓN

04 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

U na comadreja ha provocado una avería temporal en el Gran Colisionador de Hadrones, situado en Ginebra, al morder un cable de potencia, según han confirmado los ingenieros de la instalación a una cadena pública estadounidense. El hecho ha tenido amplia repercusión en toda la prensa europea y, la verdad, es que no es para menos.

La avería ha provocado la suspensión durante dos semanas de las funciones del colisionador, una estructura de 15 kilómetros diseñada para estrellar protones a velocidades cercanas a la de la luz, justo cuando se estaba preparando para recabar más información sobre el bosón de Higgs. Al parecer, no es la primera vez que ocurre un incidente de este tipo, ya que en el año 2009 el colisionador fue objeto de otra avería cuando un pájaro dejó caer un trozo de pan sobre los sistemas eléctricos.

Vaya, vaya. Protones que circulan a toda leche en direcciones contrarias, partículas cuya vida media es de zeptosegundos y va un animalito y se carga el aparato paralizando el experimento. Resulta increíble que en un centro de la tecnología más avanzada un inocente pajarillo tenga un efecto tan demoledor, que un esperado bosón dependa de las travesuras de una comadreja hambrienta, pero así es.

La comadreja común es una especie de mamífero mustélido ampliamente distribuido en Eurasia y Norteamérica. Es la especie más pequeña de mustélido y lo es también de todos los integrantes del grupo de los carnívoros. Pues bien, si lo publicado es cierto, el más pequeño de los carnívoros paraliza el colisionador de partículas más grande del mundo, incluyendo en su dieta unos cables eléctricos. La comadreja es un animal extraordinariamente curioso y audaz, es también muy voraz, pudiendo dar caza a animales de tamaño bastante superior al suyo, pero los aceleradores de partículas no formaban parte de su dieta.

La cuestión es si nos encontramos ante un hecho aislado o, por el contrario, los animales han decidido rebelarse contra nosotros. Hace unos días un avión tuvo que volver a la pista de aterrizaje al incrustarse un pájaro en su motor, poco antes un grupo de avispas cabreadas disolvió una convención de mormones; más cerca, los jabalíes bajan a las ciudades y las avispas asiáticas vuelan amenazantes. La cosa no pinta bien.

Esta historia, aparentemente absurda, tiene su propia moraleja. Por más avanzados que nos creamos, por más que nuestra tecnología se desarrolle, siempre estaremos en manos de los animales. Nuestras centrales nucleares, las grandes instalaciones industriales o científicas, dependen de que una mañana un armiño, por ejemplo, no se levante cabreado. ¡Qué mundo tan frágil!

En lo que a mí respecta, como fiel seguidor de los progresos científicos, creo que la única posibilidad de evitar sucesos similares es que los físicos se pongan a trabajar en un nuevo aparato, para evitar sucesos similares: el colisionador de comadrejas. Yo ya tengo la patente.