A Susana Díaz se le acabó la paciencia

OPINIÓN

02 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El problema de Sánchez no está en sus errores, sino en su inaudita y estéril contumacia. Y la contumacia no es otra cosa que instalarse en el error, perseverar en él, y negar cualquier argumento que trate de rectificar la trayectoria y devolver el tren a sus raíles. Por eso resulta evidente que Pedro Sánchez va a utilizar las elecciones del 26J para ahondar su propia sepultura, y para poner al PSOE ante el urgente compromiso de una gran refundación. Y para demostrar que este epitafio es realista, utilizaré el discurso que pronunció don Pedro en el Comité Federal del sábado, en el que prometió repetir todos los errores que le trajeron a donde está.

Su primera idea fue apostar por ganar unas elecciones que ya tiene perdidas, y que, igual que sucedió en la cita del 20D, va a determinar el noqueo inicial desde el que hará su primera valoración de resultados. El pobre Sánchez, que va a llevar una nueva malleira, se va a encontrar con un Partido Popular en ascenso, y -¡Dios no lo quiera!- con Iglesias discutiéndole el sorpasso. Y por eso cabe esperar que, en vez de dimitir de todo y anunciar su regreso a una universidad privada -¡vaya paradoja!-, va a intentar liderar una nueva y tétrica coalición «contra Mariano Rajoy».

Su segunda contumacia va a ser la de sentirse líder de una algarada que ni le quiere ni le respeta, e iniciar movimientos en barrena, alrededor de Podemos y Ciudadanos, que solo servirán para ahondar su terrible agujero.

De nuevo le veremos negociando una cosa y la contraria, poniendo líneas rojas por delante que intenta romper por detrás, y encargándole a Hernando que le explique a los ciudadanos que todos sus aquelarres con los independentistas y Podemos tienen sentido patriótico y son leales al Rey.

Y la tercera idea es insistir que su habilidad para marear perdices le convierte en hombre de Estado, y que los ciudadanos le van a premiar los disparates que protagonizó mientras se miraba el ombligo.

El clavo ardiente que retrasa su entierro es que el PSOE ya no puede evitar la debacle, ni encontrar un pardillo que esté dispuesto a llevar las bofetadas destinadas a Sánchez. Y por eso se resignan a ir esta guerra bajo la dirección de un cadáver político, mientras imploran al cielo que les enseñe el futuro.

El contrapunto de sentido lo puso Susana Díaz al decir dos cosas que ya arrumban a Sánchez en las cunetas de la historia.

La primera, que si no gana pierde, y que ya no habrá más estrategias personalistas, ni más mareos de perdices, en nombre del PSOE. Y la segunda, que si no gana las elecciones gobernará el Partido Popular, y que ya se acabó la treta de echarle alpiste a Podemos y Ciudadanos para disimular su derrota.

Y suena bien este giro. Porque en medio de la plaga de contumacia que sufre el PSOE, el realismo elemental de la señora Díaz suena a prodigioso remedio.

¡Si llega a tiempo!