Son médicas y médicos especialistas. Tras seis años de Medicina, uno o dos de preparación del examen MIR y cuatro o cinco de formación MIR en la especialidad elegida pasan -con suerte- a ser adjuntos de esa especialidad en un centro sanitario. Pero realmente son subadjuntos. No tienen contrato como el resto de sus compañeros. No pudieron acceder a una OPE porque hay menos convocatorias o se presentaron a una OPE con pocas plazas y pocas opciones. Llevan varios años con contratos de investigación de una fundación cotizando un día por cada dos trabajados, por lo que tienen que completar su base de cotización con contratos de guardias (más de cinco al mes). Con el subcontrato no acumulan antigüedad, pero sí cansancio. Cansancio físico, pero sobre todo moral. En ocasiones sienten que el sistema abusa de ellos. Si son buenos y no protestan, les seguirán contratando. Alguien les dice que se vayan al extranjero. Algunos ya lo han hecho. Otros no lo hacen por cuidar a un familiar o porque aman a su familia y su tierra y prefieren sacrificar su desarrollo profesional.
Son un porcentaje creciente de las plantillas. Son buenos profesionales y buenas personas. Tratan con dignidad a los pacientes. Y sienten que el sistema no los trata a ellos con la misma dignidad. ¿Cómo pedirles, entonces, que crean en el sistema y busquen la excelencia profesional? Porque ni la religión exige una fe ciega.