Petición de audiencia

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

13 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Me enteré por la tele. Dieron la noticia en los informativos de ayer como uno de los grandes acontecimientos del día. Tuve la impresión de que la periodista que la contaba por primera vez no podía contener un brote de emoción. Era, en efecto, un hecho muy novedoso, de esos que llegan justo cuando el conductor del programa está contando lo último de los papeles de Panamá y ya no puede seguir la narración porque la novedad que le acaban de pasar en un folio apresurado le quema las manos. Cuando a mí me ocurría hace años, no podía evitar la sensación de que, si no interrumpía la narración para dar una nueva así, estaba siendo desleal con el espectador. Ayer la noticia quemaba las manos: ¡el presidente de la Generalitat de Cataluña había pedido verse con el presidente del Gobierno español!

Después leí en las ediciones digitales de los periódicos que la portavoz del Gobierno catalán, Neus Munté, había facilitado a los medios la insólita información y había reivindicado la paternidad de la iniciativa: la idea de solicitar la reunión había partido del señor Carles Puigdemont, honorable president, no vaya a pensar nadie que en Cataluña no tienden la mano al Estado. No vaya a pensar nadie tampoco que en Madrid tienen ideas tan geniales, democráticas y avanzadas. Así como los partidos estatales andan a la greña a ver quién es más culpable de la repetición de elecciones, entre Cataluña y el Estado español existe tanta distancia y frialdad, que el primero que pida sentarse y hablar casi parece merecer el Premio Nobel de la Paz. Desde ayer, Puigdemont lleva acumulado un mérito más que Rajoy.

Ahora solo falta saber cuándo el presidente Rajoy encontrará un hueco en su complicada agenda, que no lo tiene fácil, porque está negociando consigo mismo la gran coalición. De momento, cuando escribo estas líneas, todavía no hubo que interrumpir los telediarios para comunicar la fecha de la solemnidad. En condiciones normales, con relaciones simplemente humanas entre gobernantes, se hubiesen llamado por teléfono y habrían quedado para tomar un gintonic en la Moncloa. Como las condiciones son anormales, supongo que están negociando: que no sea antes del 25, por si a Pedro Sánchez se le ocurre pactar con Rajoy o Pedro Sánchez consigue ganar la bendición poco apostólica de Pablo Iglesias; que no sea en la semana del 25, para que no parezca que el jefe del Gobierno oscurece las consultas del rey Felipe VI; que no sea en campaña electoral, porque las campañas vician y tensan los diálogos? Es la desventaja de quitarle a Raül Romeva el rango de ministro de Exteriores de Cataluña. Si se lo hubiesen mantenido, el encuentro histórico y sus condiciones ya se habrían pactado entre cancillerías.