El control del gasto

Julio Sequeiros Tizón

OPINIÓN

02 abr 2016 . Actualizado a las 08:51 h.

E n estos días nos han informado de que la Comisión Europea tenía razón. España incumplió el objetivo de déficit público en el 2015 y lo hizo sobradamente: se excedió en más de 10.000 millones de euros. Esto es, frente a un 4,20 % del PIB comprometido, un 5,16 % realizado. El esfuerzo durante el 2015 ha sido claramente insuficiente: el 2014 finalizó con un déficit de 5,70 y el 2015 solo con medio punto menos. Para el ejercicio del 2016 el compromiso con la eurozona es del 2,8 % del PIB, lo que nos obliga a una reducción del déficit durante el año en curso que se acerca a los 25.000 millones de euros. No son buenas noticias.

Sabemos también que este déficit tan abultado tiene su origen en algunas comunidades autónomas, entre las cuales, afortunadamente, no se encuentra Galicia. Aun teniendo en cuenta que el 2015 ha sido un año muy particular (elecciones locales, en algunas comunidades y elecciones generales), hay que reconocer que una estructura tan descentralizada territorialmente como la española no es la más adecuada para una labor contundente y eficaz de control del déficit público. Pero el Estado tiene instrumentos para poder embridar el gasto en las autonomías llegando, incluso, a la intervención de cualquiera de estas últimas.

En este sentido, sorprende Cristóbal Montoro al felicitarse por el hecho de que la Administración central cumplió a rajatabla sus compromisos fiscales y desplazando las responsabilidades del desajuste fiscal a las comunidades autónomas, como si él no tuviera nada que ver en el asunto. Los compromisos en la eurozona los contraen los Estados miembros -léase España- y cómo se distribuya ese déficit entre las distintas Administraciones de un país es un problema interno de cada Estado. Y el responsable último es el ministro del ramo, es decir, el propio señor Montoro.

Controlar este déficit no va a ser sencillo. España se encuentra inmersa en la mayor crisis política de los últimos 40 años y va a tener que buscar la forma de compatibilizar la reforma del marco institucional con continuar avanzando por la senda de la austeridad presupuestaria. No va a ser un camino fácil. Por ejemplo, Cataluña: con un déficit claramente excesivo y, según ellos, iniciando la senda de la famosa desconexión. El caso contrario es el buen hacer presupuestario de Galicia, al mantener sus compromisos de déficit. Sin duda alguna, un éxito que figura en el haber del buen gobierno de la comunidad autónoma y en el sacrificio disciplinado de sus ciudadanos.