Europa frente al desasosiego

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

28 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Pessoa escribió El libro del desasosiego. Hay párrafos que uno no entiende, pero entender en ocasiones es lo de menos. Él mismo lo señala en ese texto sublime: «Repudiei sempre que me compreendessem. Ser compreendido é prostituir-se». Tengo fraternal afecto por los libros del portugués, brillantísimo y eximio, y por eso lo traigo a mi columna: para iluminar, incluso, lo que resulta incomprensible.

A dos horas de avión vive el Estado Islámico. También los tienes a un paso de ti. Puedes encontrarte con ellos cuando menos los esperes, o esperándolos. La sinrazón y la extrema violencia habita entre nosotros. En cualquier aeropuerto, estación de tren, metro, calle o plaza puedes topar su metralla. El mayor de sus éxitos ha sido hacernos vivir con inquietud. Han trasladado su guerra a la población civil: inocentes. Es ahora mismo la peor amenaza que tiene el progreso y la democracia. La peor maldición para Europa. Esta tierra que desde mediados de la centuria pasada ha dado muestras de querer enmendar sus errores, aunque en los años noventa todos los errores -y horrores- despertasen de nuevo. Parece, pese a todo, que hemos conseguido erguir un espacio de libertades y progreso. Un ámbito que algunos pretenden desestabilizar. No lo aceptemos.

Europa debe ponerse a trabajar en serio por lo que en realidad la define: las luces, el conocimiento, el acervo cultural pasado y el brillo de su tradición erudita y plena de sensibilidad. Europa debe ser, en verdad, Europa. No cruzándose de brazos aguardando que el amigo americano venga a resolver nuestros problemas, porque América camina ahora a sus quehaceres predilectos: la economía y el control global del planeta frente al auge económico oriental, chino e indio, particularmente. Europa debe hacer frente a sus propios problemas. El principal: el Estado Islámico, aquí al lado.

No es cuestión baladí vivir en este permanente desasosiego (no el de Pessoa): acudir a una ciudad europea y pensar que esta vez puede tocarte a ti o a los tuyos. Europa lo está haciendo mal. El terror no se combate con días de luto, ni declaración de buenas intenciones, ni con operativos de seguridad al son de cada atentado. La manera es otra. La política exterior europea es funesta: porque consiente el oprobio y la miseria de los que tiene alrededor; porque se ha cruzado de brazos frente a dictadores miserables que hasta eran invitados, como doctos jerarcas, a sus capitales; porque da palos de ciego en lugar de articular una propuesta conjunta basada en los fundamentos de la vieja Europa, o sea, la ilustrada; porque, en definitiva, ha permitido y permite que las ideologías de la guerra (en todas sus variantes: intolerancia, odio al adversario, proclamas incendiarias y discursos de enfrentamiento) sustituyan a las ideologías de la paz. Y en esas andamos: leyendo el libro de nuestro propio desasosiego. Una calamidad.