El viernes de la vergüenza

María Xosé Porteiro
María Xosé Porteiro HABITACIÓN PROPIA

OPINIÓN

20 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Podríamos no mirar hacia allí, pero ello no haría que el problema desapareciese, ensimismados en nuestras propias miserias políticas, sin tiempo ni ganas de enfangarnos en el barro. No sacamos del trastero los megáfonos, pancartas y las reivindicaciones en la calle ante el crimen institucional que consiente la tragedia de los sin refugio. La miseria moral de los mandatarios europeos es aún mayor que la miseria física y material que padecen los condenados a muerte en los nuevos campos de exterminio de nuestras fronteras.

El asco y la decepción por la falta de humanidad se alternan con las ganas de no saber y la ocupación en los asuntos internos. Mientras tanto, el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía hace sangre y abre venas, pero se justifica como el único remedio contra la xenofobia galopante de los países del norte y el centro de Europa, recién llegados a la Unión, y de otros veteranos, como Francia y Alemania.

Es un horror lo que estamos permitiendo, cobijados en una burbuja de comodidad impasible que reventará y supurará en nuestra conciencia cuando ya nos hayamos olvidado de mujeres pariendo en el barro, cuchillas rapando cabezas infantiles, piernas amputadas por gangrenas y miles de desaparecidos de todas las edades que no computan en las estadísticas oficiales. Nos conviene olvidar las armas occidentales vendidas por quienes quieren evitar mirar a los ojos a seres humanos que huyen de quienes las compraron para matarlos... El mundo que creíamos haber construido desde el rechazo a la guerra, los cantos por la paz, la utopía de una sociedad ejemplar donde cada persona tendría un lugar, se nos cae a trozos.

Terremotos, tsunamis, erupciones volcánicas, inundaciones, producen reacciones inmediatas y se movilizan ejércitos con tiendas de campaña, medicinas, mantas; se construyen alojamientos temporales, y hospitales provisionales, se pide colaboración a las poblaciones... y nadie pregunta en qué lugar ocurre. Simplemente, se responde. Pero ahora, no. No, por motivos políticos. No, como consecuencia de una guerra que hemos alimentado en nuestras propias entrañas.

Han caído todas las máscaras y el rostro más feroz, el alma más negra, campa a sus anchas por los Parlamentos, los Gobiernos, los voceros oficiales y las cajas fuertes donde se atesoran los grandes capitales. Europa se ha raptado a sí misma y todos somos cómplices, por acción u omisión. Unos más que otros, pero da igual. Los muertos, los expulsados, los desahuciados, los desamparados sin refugio no entienden de matices. En nuestra historia deberemos recordar el 18 de marzo del 2016 como el viernes de la vergüenza. Es la versión contemporánea de la noche de los cristales rotos. Hay caminos sin vuelta atrás, y este es uno de ellos.