El sujetador y la universidad

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

19 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

He escrito mil veces contra el machismo en todas sus versiones. Me repugna, sin más. No soporto ni las bromas que tienen por protagonista a una mujer, siempre resultan vejatorias. Cuando las intuyo, me voy. Creo que la igualdad entre personas de sexos diferentes es urgente. Trabajar por ella, un deber. A mis dos hijas día tras día las empujo a luchar por su dignidad, muy por encima de cualquier otra virtud. Y más: rechazo y detesto las ideologías o religiones que colocan a la mujer en un papel subsidiario del hombre. Son, también, repugnantes. Los que nos critican a los católicos debieran alguna vez, aunque solo sea una, gritar bien alto que las repudian. Y no debían consentir que un euro de Irán, ni uno, entrara en sus bolsillos. Porque en Irán se maltrata a las mujeres y se ahorca a los homosexuales, entre otras cosas.

Dicho esto, digo también que la actuación del profesor Luciano Méndez ha sido inadecuada y chulesca y maleducada e indecente y humillante e impropia de una aula: «Se fose machista, pegábache unha hostia», dicen que dijo. Porque cada una lleva el escote que considere oportuno. Porque una mujer es libre de vestirse, siempre que no se hiera a un semejante, o desvestirse como quiera o con quien le dé la gana. Y si a un profesor tal circunstancia lo vulnera, debe centrarse, sin más, en su docente profesión: difundir el saber. Propagarlo, porque para eso nos pagan. Y no caer en el disparate del comentario extemporáneo y cutre, zafio y ordinario.

Ahora bien, lo de anteayer ya roza el adefesio. Hay otras formas de protestar menos lesivas para todos. En primer lugar, para aquellas que portan expresiones ofensivas en sus pechos, que acuden en sujetador a clases, que hacen del escándalo su modo de reivindicarse. La universidad no está para eso. Ni para las palabras del profesor, ni para miradas lascivas, ni para ser noticia por el avance perpetuo de lo accesorio. La universidad está para procurar la excelencia. Para que se hable de ella por sus descubrimientos, investigaciones, tesis y antítesis, discusión y talento. Para aparecer como contrapeso de la vulgaridad que observamos en otros ámbitos y disciplinas sociales. Para elevar la altura intelectual del individuo y, por la tanto, del país. Para no amilanarse ante los ecos de las modas y seguir profundizando en ese ente, actualmente cabizbajo, que es el saber.

Dejemos hablar al conocimiento, la inteligencia, el discernimiento, la instrucción, la erudición, la ciencia y la cultura. Pongamos o quitemos escotes, altos, bajos, con corpiño o sin él, pero no deturpemos ni una vez más la esencia de una institución fundamental para progresar, pensar libremente y con espíritu crítico, avanzar y, por supuesto, sumergirse en las luces y la ilustración. Lo demás ensucia a nuestra universidad. Lo demás, el sujetador como emblema, es un favor que le hacemos a los que no creen en la igualdad. Yo no dejaré de creer, mientras el mar sea mar, en ella.