Segundo bofetón en Pontevedra

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

23 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Soy incapaz de escribir un artículo más emotivo que el de Víctor Freixanes de este domingo sobre la celulosa de Pontevedra. En él se contenía toda la nostalgia del viejo mar limpio que la fábrica contaminó, todo el amor de un pontevedrés al paisaje deteriorado, toda la sensibilidad del niño que jugó en aquellas aguas y hoy no podría hacerlo. Suscribo, por tanto, cada una de sus palabras y hago mío su lamento. La celulosa es un atentado en uno de los parajes más bellos de Europa. Lo es tanto, que el PPdeG propuso en sus programas electorales su traslado a otro lugar de la comarca de Pontevedra. No pudo conseguirlo, Núñez Feijoo fue informado de que la actividad de Ence sería acogida en la planta asturiana de Navia, se condenaba al paro a multitud de ciudadanos, y el Consejo de Ministros le dio vida para otros sesenta años.

Hoy, según los informes de impacto ambiental, la fábrica no contamina, pero sigue estropeando el paisaje y se ha convertido en problema político de gran magnitud. La prueba, la declaración del señor Rajoy como persona non grata por el Ayuntamiento de Pontevedra, una noticia que incluso tuvo ecos internacionales. Con todo el afecto que siento por Miguel Anxo Fernández Lores (fue médico de mi madre), lamento decirle que es, por lo menos, una decisión discutible y desproporcionada. Discutible, como lo demuestran la división de la opinión pública y los conflictos que se vieron en la calle y en el Teatro Principal. Desproporcionada, porque si todas las ciudades cuyas corporaciones se consideran perjudicadas por los Gobiernos hicieran lo mismo, no habría un ministro ni un presidente que pudiera salir de su despacho.

Créanme, alcalde y concejales que promovieron la iniciativa, que hago esfuerzos por entenderles. Sesenta años son suficientes para que todos los habitantes de Pontevedra renuncien de por vida a ver su ría como fue. Su indignación, si no son trabajadores ni familiares de trabajadores de Ence, es razonable. Créanme que duele confrontar la sensibilidad popular y la obligación política, pero se argumenta que no vale la pena tener un presidente del Gobierno de Pontevedra si no actúa como pontevedrés. ¿Y qué sería en este caso actuar como tal? ¿Cerrar la fábrica, incluso si fuese una decisión injusta? En ese caso, Rajoy sería una persona muy grata, pero habría que acusarle de prevaricación.

Y tengo la impresión personal de que se declara a Rajoy persona non grata por ser de ahí. Si llega a ser de León como Zapatero o de Madrid como Aznar, ¿habrían tenido la misma ocurrencia? Creo que no, porque no tendría ningún efecto. Se zahiere y se castiga al vecino, en la sospecha de que le duele. Para Rajoy tiene que ser como el segundo bofetón.