Investidura: el gran follón tapa un gran fraude

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

21 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Está claro: o Sánchez, Rivera e Iglesias desconocen la regla más elemental de la aritmética (que uno y uno suman dos) o tratan de engañarnos de un modo tan burdo que resulta sencillamente ignominioso. PSOE y Ciudadanos llevan días negociando sin que nadie haya explicado para qué. La pregunta es obligada, pues el conjunto de sus escaños (130) ni sirve para investir presidente ni sostener ningún gobierno. La posibilidad, que Rivera manejaba al parecer, de que tal objetivo podría conseguirse con la abstención del PP resulta delirante, salvo que pudiera aportarse un argumento convincente para justificar que el ganador de los comicios estuviese dispuesto a investir presidente al perdedor, quien ha prometido además que lo primero que hará será derruir buena parte de su obra de gobierno. Todo es tan absurdo que solo cabe una explicación racional para esa negociación entre los de Rivera y los de Sánchez: que, engañando a los primeros como chinos, los segundos la hayan utilizado como puro teatro para justificar en su partido la necesidad de echarse en brazos de Podemos.

De hecho, todo apunta en esa dirección una vez que Sánchez ha decidido abrir una negociación con Iglesias, que, al ser incompatible con la desarrollado con Ciudadanos hasta ahora, deja a los Rivera, tras que cornudos, apaleados. Pero ese engaño a Ciudadanos, que Sánchez habría dirigido a plena conciencia, sabedor de que lo necesitaba para entablar la negociación que le interesa de verdad (la que ahora comienza con Podemos), solo es la primera entrega del fraude formidable que parece prepararse. Pues, del mismo modo que Sánchez y Rivera no podían llegar a nada sin la abstención del Partido Popular, tampoco el PSOE, Podemos y las minorías que se han mostrado dispuestas a apoyarlos podrían obtener sus objetivos sin la abstención o el voto del secesionismo catalán. Y ese voto o abstención, si llegara a concretarse, en ningún caso sería gratis. Su coste sería secreto inicialmente, pero, antes o después, acabaríamos por enterarnos del precio que, traicionando a su partido y a la inmensa mayoría del país, Sánchez habría pagado para ser investido presidente de España con el apoyo activo o pasivo de quienes tienen como proyecto trocearla. Por todo lo apuntado, este proceso de investidura, que sus gestores prometieron transparente como ninguno hasta la fecha (hablaron incluso, ¡menuda cara!, de transmitirlo en directo y tiempo real) pasará a la historia, sea cual sea su final, como el más marrullero, engañoso y fraudulento. Solo así Sánchez, si lo logra finalmente, podría alcanzar su ambición, enloquecida vista en perspectiva, de gobernar ¡con 90 escaños!, con el partido que aspira a destruir a aquel en que él milita y con la complicidad de los independentistas. Nadie podrá negar a Sánchez su habilidad para mentir. Pero -he citado los versos de Lope en otras ocasiones- «no hay tan diestra mentira/que no se venga a saber». Y si no, al tiempo.