Rita, la del pecho descubierto

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

19 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

No tengo muy claro si los defensores de Rita Maestre defienden la libertad de expresión o promueven un símbolo de esa «nueva política» que Podemos dice que representa. Tampoco tengo muy claro si a los detractores de Rita Maestre les gustaría quemarla en una hoguera por irreverente y atea o la ven como un símbolo actual de la España que en días aciagos quemó iglesias y conventos. Solo sé que entre esas cuatro posibilidades anda el caso de la entonces estudiante que en medio de una turba entró en una capilla universitaria, se quitó la camiseta y se quedó en sujetador. La chica, hoy portavoz de Manuela Carmena, se tuvo que sentar ayer en el banquillo, después de cinco años.

Me asomo a su caso desde tres puntos de vista. Primero, el personal, para que no haya duda sobre el criterio de este cronista: pertenezco al grupo de los irritados por aquella acción. Cuando vi por primera vez las imágenes, me sentí ofendido como católico. Me pareció una insolencia pensada para provocar. Si fue, como dice la procesada, una forma de reclamar la expulsión de la Iglesia se las instituciones, degeneró en algarada soez. Y no fue un ejercicio de libertad de expresión, como tanto se alega últimamente para justificar todo tipo de tropelías, sino un ejercicio de imposición de ideas por un procedimiento tumultuario.

Segundo, el aspecto legal. Más allá de las sensibilidades y las convicciones íntimas, no me gustaría estar en la piel del magistrado que tiene que dictar sentencia. Por una parte, el Código Penal le dice que debe condenarla, porque lo que hizo está tipificado en el Código Penal y lo castiga con un año de cárcel. Por otra, si es un juez medianamente laico, entenderá que aquella acción ha sido indignante, incluso blasfema, pero parece exagerado meter a nadie en la cárcel por quedarse en sujetador en un recinto religioso.

Y tercero, lo político y lo mediático. Si la insolencia tuvo tanta repercusión, ha sido porque Rita Maestre empezó a hacer carrera política y su imagen cayó en manos de quienes la siguen queriendo utilizar para demostrarnos lo malos y lo peligrosos que son los de Podemos, los nuevos comecuras. Si se eleva a la señora Maestre a la condición de símbolo político, la elevan por igual sus defensores y sus acusadores. Los primeros, porque quieren conectar con la España antirreligiosa. Los segundos, porque ven en cualquier movimiento laicista un atentado contra la tradición nacional. Entre unos y otros, me quedo con el arzobispo Carlos Osoro, a quien Maestre pidió disculpas y el arzobispo se las concedió. Se puede aplicar el viejo adagio: Roma locuta, causa finita. Si el representante de Roma otorga su perdón, no habría que acudir a la Justicia civil.