Cita a ciegas entre Sánchez y Rajoy

OPINIÓN

13 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Las citas a ciegas suelen caracterizarse porque se desconoce quiénes van a encontrarse, aunque suele estar muy claro para qué se buscan. Pero también podría llamarse cita a ciegas a un encuentro como este que celebraron Sánchez y Rajoy, en el que sí se sabe quiénes van -el indecente y el mezquino-, pero no se sabe qué quieren. El nivel de adrenalina que sueltan los protagonistas de una cita a ciegas puede ser mayor cuando no se sabe qué están buscando que cuando se oculta la identidad de los buscones, porque en el primer caso se puede acabar haciendo cualquier cosa -rezando el rosario, por ejemplo-, mientras que en el segundo siempre se acaba haciendo lo mismo y sobre el mismo mueble, sin más suspense que el primer vistazo.

Así que hago pública esta idea para que alguien -Manuela Carmena puede estar interesada- ponga manos a la obra y cree una web de citas sin objeto conocido, en las que la producción de adrenalina quede encomendada a la absoluta falta de motivos y utilidad del encuentro. Ello no obstante, dada mi afición a los distingos, sugiero que a la cita entre desconocidos le sigamos llamando cita a ciegas, como siempre, mientras que al encuentro sin objeto le llamemos cita opaca, para que todos los clientes puedan escoger su forma de excitación, y para que sepan -aquí reaparece el escolástico que soy- si la cita es ciega por razón del sujeto o del objeto.

En realidad, lamento decirlo, me parecieron dos fuleros. Porque siendo evidente que entre ellos no se soportan, y que su mutuo desprecio excede lo que puede considerarse natural y socialmente aceptable, sería bueno que, en vez de escenificar un diálogo falso, avieso y estéril, que solo sirve para marear la perdiz de la investidura y para emponzoñar la política al máximo nivel, escenificasen el absoluto desencuentro personal que, como única causa, tiene empantanada la política española, cierra las puertas a esa salida necesaria y razonable que se llama gran coalición, y nos pone a todos ante el gravísimo riesgo de un caos político atrabiliario -por incoherente e inestable- que, una vez iniciado, nadie podrá revertir.

En apenas media hora hablaron de todo -según Sánchez- sin decirse nada. Se pidieron cosas imposibles -Rajoy un Gobierno de continuidad, y Sánchez que el PP le haga su reforma de la Constitución y lo defienda de los que van a investirlo y a sentarse en su Consejo de Ministros- para cargar y amartillar las pistolas del duelo que no cesa. Y por eso debemos decirles a los protagonistas de este desencuentro a ciegas, y a sus respectivos partidos, que solo hay una cosa más despreciable que meter a un país en un brete gravísimo por razones personales, que es esta descomposición de España, irracional y sectaria, que se nos ofrece a cámara lenta a las futuras víctimas de tan mezquino e indecente desatino.