Hay una nueva corriente de opinión, que circula mayormente en los argumentarios del Partido Popular, según la cual la gravedad de los casos de corrupción han de medirse según los miles de millones robados, evadidos o defraudados. De ese modo, el sangrante fraude de los ERE de Andalucía ocupa un destacado primer puesto de la ominosa clasificación que alimentamos cada día con un episodio nuevo.
Aunque sin decirlo de manera expresa, con ese mensaje que emponzoña hasta arriba al PSOE, los de Rajoy tratan de enviar un recado a las mesas de negociación: la corrupción no puede ser un obstáculo para que los dos grandes partidos se entiendan. Y si no se consigue desactivar las minas -que es lo que sucede en realidad-, aprovechan el viaje para recordarle a la casta de los anticasta que cometerían pecado mortal si permitiesen que gobiernen los socialistas. Que ellos saben también lo suyo de financiaciones ilegales desde los tiempos virginales en los que llegaban marcos alemanes -como dicen que supuestamente llegan ahora riales iraníes a Podemos- y Felipe González porfiaba que no había recibido un duro «ni de Flick ni de Flock».
El problema para Rajoy es que un día sí y otro también hay para mentarle la bicha. Y así es muy difícil que parezca creíble cualquier operación de regeneración política y estabilidad institucional encabezada por él. Tuvo la ocasión de intentar poner distancia en la última escandalera valenciana, pero la respuesta fue blindar a Rita Barberá en el Senado. No se entiende ese gesto de protección cuando está reclamando para sí la decencia que Pedro Sánchez le negó en el debate. Salvo que en Madrid se huela ya la pólvora de la mascletá.
Protagonista. David Pedre, eligiendo una chica entre muchas y mostrándose como es realmente.
Cuadro técnico. Daniel Iglesias, exconcursante, y la productora Luxury.
Colaboraciones. Cañita Brava, promoción, y Leonardo Dantés, música.