El fracaso de la paz para Siria

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

10 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Es muy fácil iniciar una guerra, pero acabar con ella, eso es harina de otro costal. La historia está jalonada de enfrentamientos que han durado décadas, hasta que uno o todos los contendientes, agotados y conscientes de que no podían aguantar, acabaron por pactar la paz. Por lo tanto, y aunque nos gustaría pensar lo contrario, la paz no depende de la justicia de los motivos que provocaron la guerra, sino de la resistencia.

Así, aunque los contendientes en la guerra siria parecían agotados, la entrada de los agentes internacionales ha cambiado la situación. Gracias a la participación rusa, el bando de Bashar al Asad está ganando terreno a gran velocidad. Y aunque es indiscutible que lograr la paz es el objetivo a alcanzar lo antes posible, la victoria de Al Asad, pese a ser más deseable que la de los grupos islamistas, sigue siendo un resultado deplorable. Puede que Al Asad represente la estabilidad, pero no podemos olvidar que fue la causa del inicio de la guerra civil. Al Asad es un dictador que heredó la presidencia de su padre, un golpista tiránico y cruel que se mantuvo en el poder a base de aplicar un régimen del terror. Más aún, Al Asad solo representa a una minoría de la diversa sociedad siria. Su permanencia en la silla presidencial como instrumento para lograr la paz y una posible transición hacia la democracia es inviable. Al Asad y los que le apoyan saben que es improbable lograr un pacto al estilo yemení para dejar el poder. Por otra parte, la oposición no islamista no puede permitirse un acuerdo que no ofrezca justicia a los cientos de miles de personas castigadas por el régimen y a los millones que llevan sufriendo la guerra. Su derrota militar, por otra parte, supondría que todas las muertes, toda la destrucción, no han servido para nada. No sorprende, pues, que las conversaciones de Ginebra hayan vuelto a fracasar.