El «no es no, señor Rajoy» podría ser sí

OPINIÓN

08 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El discurso de Sánchez es esencialmente contradictorio, y por eso le permite acusar a Rajoy de no tener iniciativa mientras le muestra su enfado por la machacona iniciativa de una gran coalición. El momento más brillante de esta aporética retórica tuvo lugar el 18 de enero en Cabezo de Torres (Murcia), cuando Sánchez interpeló al ganador de las elecciones -que no propone nada- para pedirle que dejase de hacer propuestas. La expresión escogida fue: «No es no, señor Rajoy», que, enfáticamente reiterada, heló la sangre de Génova y la Zarzuela, calentó la estrategia de Podemos y obligó a Rajoy -el que nunca mueve ficha- a jugar la reina, renunciar a la investidura y darle a Pedro un jaque casi mate.

Mucha gente creyó que la tautología de Sánchez no era más que una fórmula para salir del paso. Pero la realidad era que don Pedro, usando su nutrida panoplia de recursos, acababa de llamar en su auxilio a la metafísica y que, sabiendo que sus pobres argumentos necesitaban ascender a apodícticos, siguió una senda que, iniciada por Parménides, y pasando por San Anselmo y Hegel, culminaba él mismo, con brillantez, ante los obreros de Cabezo. El antecedente remoto de su potente tautología, que Sánchez no citó porque es laico, está en el Génesis, cuando Yahvé se presenta a Moisés -«Yo soy el que soy»- desde una zarza que ardía sin consumirse. Pero su gran inspirador fue Parménides de Elea, que -intuyendo el argumento ontológico que formuló Anselmo de Canterbury catorce siglos después, y que Hegel convirtió en masa crítica de la metafísica- resumió el saber de Occidente en dos tautologías: «El ser es», y «el no-ser no es».

A principios del siglo XX, cuando Max Scheler separó la teoría de los valores de la ontología -«El ser es, y el valor vale»-, ya se podían intuir las grandes aportaciones que iban a hacer un siglo después nuestros candidatos a la investidura. «Una taza es una taza», dijo Rajoy. Y «no es no», apuntilló Sánchez. Y la cultura de Occidente emprendió -¡por fin!- el esperanzador camino de la metafísica populista.

Lo malo es que, mientras Parménides, Hegel y Rajoy permanecieron fieles a sus tautologías, Sánchez traicionó la suya. Y, aunque Rajoy le dice a diario que no lo va a hacer presidente, Sánchez cree que, tratándose de llegar a la Moncloa sin que lo crujan los barones, el no de Rajoy puede ser sí, aunque ello suponga el derrumbe de la tautología y la metafísica. El gran corolario de Cabezo de Torres, que hizo estremecer a España, yace en Ferraz convertido en cenizas. Y por eso, por pura coherencia filosófica, me opongo a la macedonia de poderes que prepara Sánchez. Porque la estructura lógica del «no es no» pertenece a la esencia sacralizada de nuestra cultura. Y porque una tautología es indestructible -como diría Josep Lluis Carod-Rovira- «aquí y en la China».