El hombre que puede gobernar

OPINIÓN

04 feb 2016 . Actualizado a las 11:42 h.

Me gustaría titular El hombre que pudo reinar, igual que Kipling, pero no me es posible. Porque la historia de Pedro Sánchez aún se está escribiendo, y no sabemos si va a ser presidente o villano. Y porque estamos en una democracia parlamentaria en la que los ciudadanos pueden gobernar, e incluso desgobernar, pero no reinar. También me agradaría narrar esta aventura con la brillantez cinematográfica de John Huston, pero me temo que la grandeza y el colorido no van a ser la crónica de la nueva España, y que lo único que nos espera es un chalaneo en el que, bajo el lema «no hablamos de sillas, sino de soluciones», solo se va a hablar de sillas y ambiciones.

Frente a los que piensan que Sánchez está embarcado en una misión imposible, yo creo que hay posibilidades de que una coalición negativa, basada en el rechazo a una gobernanza rigurosa, lo siente en la Moncloa. Pedro firmará lo que sea porque quiere ser expresidente. Pablo votará a Pedro porque quiere cocinarlo, como si fuese una lamprea, en su propia sangre. Rivera se puede abstener porque va de Adenauer y no quiere frentismos. El PNV puede votar que sí para negociar otro cupo injusto y privilegiado. Los soberanistas van a abstenerse porque su única esperanza es un presidente peluche que pida árnica todos los días. Los barones del PSOE pueden hacer la vista gorda porque muchos de ellos ya presiden pactos peligrosos e incoherentes. ERC y Democràcia i Llibertat pueden votar sí para que el Estado se debilite y humille a la medida de sus estrategias. Y muchos ciudadanos pueden quedar encantados con las fintas de Sánchez porque ya se han instalado en esta irreflexiva tontería de que volver a las urnas sería un fracaso colectivo. Así que Pedro puede presidir.

Yo creo que no debería hacerlo, Y que las urnas deberían finiquitar este temerario viaje hacia el abismo. Mi idea de la política no se conjuga con el funambulismo y el relativismo programático. Y no me produce ninguna alegría ni esperanza triturar cuatro décadas de democracia eficiente y estable en un episodio de juego de tronos resuelto con poca racionalidad y excesivas tripas. Pero Sánchez puede presidir. Porque va a rendirse a Podemos. Porque está dispuesto a disolver España. Porque no le importa traicionar la historia europeísta del PSOE para ser un Tsipras sin votos. Y porque no va a perecer como un héroe, en el puente colgante, cuando los dioses le retiren su favor y lo muestren en carne mortal al pueblo de Kafiristán.

Sánchez necesita reinar a cualquier precio, con cualquiera, de cualquier manera, y con cualquier finalidad. Y ya no dispone de las dos únicas bazas -la racionalidad de Carnehan (Michael Caine) y el heroísmo de Dravot (Sean Connery)- que pueden impedir la consumación del disparate. Porque cuando los dioses nos quieren destruir, empiezan por volvernos locos.