El eje del chándal se deshilacha, mientras otros intentan tejerlo aquí

OPINIÓN

02 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Merced a los resultados electorales en Argentina y Venezuela, y al restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, el llamado eje del chándal se deshilacha allí, mientras otros intentan tejerlo aquí con la colaboración de varios millones de pardillos.

Esa prenda pierde hilos en Cuba, país fundador de la vestimenta, en el que están pasando cosas desde que los hermanos Castro han fumado una cierta pipa de la paz con Estados Unidos. Es verdad que caminan despacio y dan dos pasos adelante y uno atrás, pero la apertura de las respectivas embajadas, el restablecimiento de vuelos regulares y del correo postal, y el viaje del papa Francisco a la isla están acelerando los cambios.

Continúa destejiéndose en Venezuela, a pesar de que Nicolás Maduro se aferra a la indumentaria y al clavo ardiente de su presidencia hasta el 2019, ignorando el resultado de las elecciones legislativas y dispuesto a boicotear las decisiones que adopte la Asamblea Nacional, en donde la oposición al chavismo tiene judicializada la mayoría absoluta por designio de Maduro y apoyo de la sala electoral del Tribunal Supremo de Justicia. En paralelo a su actitud chulesca y dictatorial, el presidente se enfrenta a una denuncia ante el Tribunal Penal Internacional por crímenes contra la humanidad.

En Argentina, la victoria del liberal Mauricio Macri le ha hecho un siete al chándal y la aleja del puerto en el que con tanto entusiasmo recaló la atrabiliaria Cristina Elisabet Fernández de Kirchner. Cansados de los doce años de kirchnerismo, una mayoría de argentinos se impuso a esa otra que considera que los éxitos son siempre del peronismo y los fracasos de los demás, y ha otorgado la jefatura del Estado a Macri, que forzó el primer balotaje de la historia argentina y de paso acabó con la maldición que impedía a un alcalde de Buenos Aires saltar a la Casa Rosada. Macri va con pies de plomo, porque sabe que no es fácil desmontar ese Estado compasivo-represivo modelado por el peronismo, pero lo hace firme y sin pausa.

Impidiendo que el buzo pierda más hebras se afanan en Nicaragua, república en la que siguen votando los muertos y siempre a favor del Frente Sandinista de Liberación Nacional del presidente Daniel Ortega, que tras modificar la Constitución puede perpetuarse en el poder.

En Bolivia, Evo Morales, a quien le ata los zapatos el primero que tiene a mano, ha convocado referendo el 21 de febrero para modificar la Constitución y eternizarse en el mando.

Y en Ecuador, y para no quedarse atrás entre los países llamados por ellos bolivarianos y por otros el eje del chándal, el presidente Rafael Correa maniobra también una reforma constitucional para gobernar a perpetuidad, después de prometer al pueblo devolverle el poder «secuestrado por la partitocracia neoliberal».

En todas estas naciones, cónyuges, hijos, cuñados y demás parentela ocupan cargos en la cúpula del Estado por designación digital, medran en millonarias inversiones extranjeras en su suelo y copan los medios públicos de comunicación, acogotando a los privados.

Y entretanto y por estos pagos algunos incautos se dejan embaucar por populistas de viajes pagados a Venezuela sin reparar en que en la democrática UE no es posible saltarse las leyes y los tratados por mucho ruido que se haga y mentiras que se propaguen.