El martes, orejas

Francisco Ríos Álvarez
Francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

30 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Del martes en ocho días será martes de carnaval, y quien más quien menos disfrutará de las orejas, tanto de las de cerdo, elemento importante en los cocidos que se toman en esta época, como de los dulces así llamados por su parecido con el pabellón auditivo.

Sin embargo, ni con unas ni con otras tiene relación un viejo dicho español, hoy muy poco usado y difícil de comprender sin información complementaria: No hay orejas para cada martes. Que es la adaptación a los usos modernos del más tradicional No hay para cada martes oreja. El Diccionario dice que se emplea para advertir que no es fácil salir de los riesgos cuando frecuentemente se repiten o se buscan. Casi, palabra por palabra, lo que decía el de autoridades hace casi trescientos años, aunque aquel daba más pistas para entender de qué iba la cosa: «Díxose por alusión al castígo que antiguamente había en España, cortando los Martes una oreja a los malhechores».

Efectivamente, la Justicia española fue más expeditiva en otras épocas, y causa de que abundaran los desorejados. Algunos se hicieron famosos, como el soldado de origen ourensano Gonzalo Calvo de Barrientos, hijo de un hidalgo de O Bolo. Fue uno de los primeros españoles que pisaron lo que hoy es Chile. Por un quítame allá esos oros y esas platas, Francisco Pizarro mandó en 1533 que le cortasen una oreja, por lo que pasó a la historia como el Desorejado.

En nuestros clásicos hay frecuentes referencias a los desorejados, como esta de Quevedo: «Tras los dos, caridoliente, / por ladrón, desorejado, / un gato de un pupilaje / se quejó de sus trabajos: 'La hambre de cada día / me tiene tan amolado, / que soy punzón en el talle /y sierra en el espinazo'».

Gonzalo Correas, entre otras cosas impulsor de una reforma de la ortografía española, recoge la expresión No hay orejas para cada martes en su Vocabulario de refranes y frases proverbiales (1627). La pone en boca de un desorejado escarmentado y añade que «En cada lugar se dirá el día de su mercado». Lo cual nos indica que no solo los martes se cortaban orejas. Más bien se aprovechaban ocasiones, como los días de mercado, en que se reunía mucha gente, a fin de dar carácter ejemplarizante al cruel castigo. Así, el propio Correas registra un «Para cada jueves no hay un par de orejas».

José María Iribarren, el gran estudioso de los dichos, señala que la variante «Todos los martes no hay orejas» se repite hoy en Estella (Navarra), aunque aludiendo al plato típico que allí solía comerse el martes de carnaval, «orejas de cerdo, aderezadas con azúcar y canela» (¿?). Sean de lo que sean, cuidado con el colesterol.