Dos trileros y un incauto

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

26 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Perdone que no le admire, don Mariano, por su argucia de estirar la incertidumbre a conveniencia. Perdone que no le aplauda, don Pablo, por su ingenioso ardid para conducir a los socialistas a un callejón sin salida. Perdone que no me compadezca, don Pedro, por su teima en darse de cabezazos contra la pared. El viernes se han superado a sí mismos, los tres, pero no cuenten con mi reconocimiento (ni falta que les hace, claro). Hace mucho tiempo, desde que en la tierna infancia los vi ejercer su oficio en la feria de Monterroso, que los trileros ya no me fascinan. Su habilidad para escamotear la carta ganadora entre el trío de naipes nunca la calificaré de jugada maestra, sino de timo puro y simple. Pero no me apiadaré tampoco del incauto al que birlan su dinero: justa recompensa a su codicia o a su candor.

Porque esa es la cuestión. Los trileros solo buscan desplumar al cándido apostante, dejarlo en cueros, por más que inicialmente le permitan ganar alguna mano como señuelo. Ni pretenden compartir el lucrativo negocio, ni mucho menos superar la inestabilidad del país. Si este fuera su propósito, no comprometerían a la más alta institución del país en sus tejemanejes. El uno, don Mariano, declinando el encargo del rey, pero al mismo tiempo emplazando al jefe del Estado a que lo vuelva a proponer en el futuro. ¿A santo de qué debería hacer tal cosa el rey? ¿Cuántas veces tendrá que insistirle al leal súbdito antes de que a este le cuadren las cuentas e intente lo que le pide? ¿Acaso no tiene el jefe del Estado docenas de nombres en cartera, desde Soraya Sáenz de Santamaría hasta Albert Rivera, pasando por todo el arco político o por un presunto independiente, para invitarlos a que formen Gobierno? Ofrézcamelo a mí el rey y tendré mi oportunidad de repetir la jugada maestra: «Gracias, majestad, pero ahora mismo no tengo apoyos suficientes. Paso palabra, pero no rechazo la invitación, quizá dentro de unas semanas...»

El otro, don Pablo, más de lo mismo y con el mismo descaro. Al jefe del Estado lo utiliza de comodín para humillar al PSOE -y a sus votantes, claramente identificados con la izquierda-, darle bazas a su ala derecha y colocarlo en una situación imposible. Un claro indicio de que Podemos no busca concertar un programa común de la izquierda para cambiar las viejas políticas, sino solo saquear el granero de votos del PSOE. Otra jugada maestra si lo que se practica es el trile y no el juego (noble) del ajedrez.

Los trileros van a lo suyo, sus intereses confluyen y siempre ganan. A condición, claro está, de que encuentren incautos a los que desplumar. El PP trata de seducir a los socialistas con el abrazo del oso que precede al estrangulamiento y Podemos les ofrece un caramelo envenenado. Elija don Pedro la forma de morir: la soga o la cicuta. En esa disyuntiva solo le queda al PSOE la salida, como mal menor, de nuevas elecciones. Probablemente no sirvan para desenredar la madeja, pero a algunos nos permitirá repensar el voto. Y quizá cambiarlo.