Hoy por hoy, hay más ficción en el Congreso de los Diputados que en las películas de Hollywood. Pero ha salido la lista de lotería más famosa, los candidatos al tío Óscar, y ya ha saltado la polémica. O polémicas. Es obligado escribir algunos fotogramas de esa alfombra roja que tanto nos hipnotiza, tal vez para que nuestras vidas no nos parezcan tan aburridas y para huir de los pesados de los políticos. ¿Ganará al fin Leonardo Di Caprio? Es su quinta nominación, cero premios. ¿Se merece El renacido, donde trabaja el actor, tantas candidaturas? ¿Es posible que el director del filme, el mexicano Iñárritu, consiga el milagro, que ya subrayó con excelencia en un abrasivo resumen de las candidaturas el crítico José Luis Losa, de ganar dos años seguidos el premio al mejor director? Sería alucinante, porque solo hay un caso en la historia y es un tal John Ford por nada menos que Las uvas de la ira y Qué verde era mi valle. ¿Es Iñárritu el nuevo John Ford? En fin. Más carnaza. ¿Es posible que no le den la tercera estatuilla a Cate Blanchett por Carol, un filme que es una obra maestra, medida en cada detalle? Y la presencia de Cate es, una vez más, un lienzo perfecto. ¿Es posible que se hayan atrevido a marginar a esa película de forma tan descarada? ¿Es cierto que le han dado por el saco a Woody Allen dejando fuera el guion de Irrational Man? ¿Han tenido el valor de pasar olímpicamente de Tarantino, un hombre que todo el cine que toca te lo graba a fuego en la memoria? Sí, lo han hecho. Hasta tres bofetadas le han dado. Ni guion. Ni película. Ni director. Y, por supuesto, al cine que llega de plataformas como Netflix ni mirarlo. Otros que no se enteran de que algo está cambiando en el planeta. Pero ¿quiénes eligen a los candidatos? ¿Los académicos del cine en Estados Unidos o los miembros de la Asociación Nacional del Rifle?