Mariano Rajoy declinó ayer la posibilidad de formar Gobierno y abrió el camino a un Ejecutivo de PSOE y Podemos. Pero humillados y ofendidos es como se deben de sentir los históricos militantes del PSOE con el comportamiento de su actual secretario general. Tanto tiempo defendiendo los ciento y pico de años de historia del partido para que un recién llegado a la política ningunee de tal forma a su líder, y le forme su propio gabinete sin contar con él. Es tal el deseo de llegar a la Moncloa de Sánchez que el precio a pagar por ello poco importa, aunque la dignidad del antaño partido socialdemócrata quede pisoteada por un político atrevido hasta límites insospechados. Lo está vapuleando y ni se entera. ¿Pero es que los miembros de la cúpula del PSOE no pueden frenar las ansias de poder del poco consistente Pedro Sánchez? En caso de que ese Gobierno salga adelante, Iglesias se merendaría al socialista en los primeros meses, o forzaría unas elecciones anticipadas, haciendo ver a la ciudadanía que toda la culpa fue del presidente y no del vicepresidente. El máximo mandatario de la formación morada no nació para gobernar con otro por encima. Es todo una estrategia para acabar con él de forma definitiva y poder convertirse, a corto plazo, en el referente de una izquierda absolutamente radical. Entiendo la vergüenza de tantos miles y miles de militantes socialistas.