Ante la indisimulable gravedad de la situación

OPINIÓN

18 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La constitución del Congreso de los Diputados es el espejo en el que deberíamos mirarnos. No por un frívolo narcisismo, sino para ser conscientes de cómo está la sociedad de la que formamos parte. La imagen que se refleja es muy distinta a la que transmitía hace cuatro años. Paso de lo que podría calificarse de variopinto en cuanto a la manera de presentarse en el hemiciclo y del modo de manifestar la voluntad respecto de una Constitución que ha hecho posible el acceso a los escaños. Más allá de la imagen real, ese espejo deformado en cóncavo o convexo según la intención de quien lo mira puede responder a la que ya es pasado o aventurar otra que incremente la preocupación actual. No podemos engañarnos sobre una realidad que interpela directamente a todos los ciudadanos. Todo no será como antes y tampoco es descartable que se pongan en peligro los fundamentos del sistema político vigente. Desde esa perspectiva, reconociendo la normalidad de la vida cotidiana, no vale la pena disimular la gravedad de la situación entreteniéndose en las fintas de los voceros de los partidos políticos que la enmascaran o en lo que resulta pintoresco y marginal.

Por eso no me he preocupado en seguir las incidencias para la investidura del presidente de la Generalitat. Que Mas haya caído ahora no impide que el intento de secesión siga en pie; si acaso con más cuidado para que no se aborte con la aplicación del derecho. Lo que me importa subrayar ahora es el porqué de ese aparentemente anómalo acuerdo entre los antiguos de Convergencia y la CUP, que trasciende ese hecho puntual. Las contradicciones ideológicas palmarias no constituyeron un obstáculo. Se insiste en ellas para intentar impedir la iniciativa de Pedro Sánchez de formar gobierno con Podemos, afines y nacionalistas. Se airean declaraciones de los concernidos, de las que se deduce la imposibilidad del acuerdo y, en esa línea, se subrayan las tensiones dentro del PSOE y el empecinamiento de su líder. El intento dependerá de lo que interese a Podemos. Lo que puede justificar su aceptación es desbancar al PP, como para la antisistema CUP la coartada ha sido la independencia. Es también la justificación del líder socialista: un Gobierno de izquierdas radicalizadas que deje al PP de la mayoría absoluta en un claro aislamiento. Una falsa solución, cuyo mantenimiento estaría a merced de Podemos. Un retroceso en la convivencia alumbrada en la transición política.

La actual interinidad no es buena para el interés general. En el campo del PSOE está la decisión de prolongarla, si fracasa el intento antes referido, o de hacer posible una razonable gobernanza que permita la convocatoria de unas nuevas elecciones. En todo caso, antes o después, parece inevitable dar una nueva oportunidad a los ciudadanos y que se pronuncien tomando conciencia de la gravedad de una situación que reclama cambio para consolidar el constitucional Estado social y democrático de derecho.