Ardorosa defensa de un Gobierno de unidad

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

13 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay tres razones que justifican los ejecutivos de unidad nacional, que son los sostenidos en el apoyo parlamentario de los principales partidos de un país: un resultado electoral muy fragmentado, que no permite a ningún candidato hacer gobierno y obliga a dos o más a unir sus fuerzas para conformar una mayoría multipartidista capaz de sacar adelante un programa pactado de antemano; la imperiosa necesidad de cerrar un gran acuerdo económico y social para luchar contra las devastadoras consecuencias de una crisis económica; y la urgencia por afrontar un desafío político al Estado, que afecta a su unidad o soberanía o al mantenimiento de la paz pública interior y exige un Gobierno dotado de una gran legitimidad parlamentaria y popular.

Quien conozca nuestra realidad y no esté cegado por el egoísmo personal, el sectarismo partidista o el odio cainita al adversario, podrá constatar que España tiene hoy el dudoso privilegio de vivir, no una o dos de esas circunstancias, sino las tres: el resultado de las generales hace imposible una mayoría estable entre el centro y la derecha o la izquierda y la extrema izquierda; la crisis, con los nubarrones que se ciernen sobre la economía mundial, está lejos de haber mejorado tanto como para considerarla superada; y el desafío secesionista ha dado un salto de gigante tras la elección como presidente catalán de un agitador del separatismo.

Esto lo sabe todo el mundo, lo que no quiere decir que a todo el mundo le preocupe. Los que por su radicalismo saben que su única posibilidad de avanzar es la política del cuanto peor mejor no están inquietos por la crítica situación que atravesamos. Al contrario: ven en ella, como en el caso de Podemos, la ocasión de llevarse el gato al agua, aunque sea al precio de acabar ahogando al gato.

Por eso, resulta inconcebible, sobre todo tras lo sucedido el domingo en Cataluña, que Sánchez siga empeñado en su cerril negativa a aceptar la evidencia de que el país necesita con urgencia un Gobierno de unidad nacional que con la participación del PP, el PSOE y C?s permita que una mayoría sólida culmine la salida de la crisis y afronte el desafío separatista, que, de otro modo, no hará otra cosa que agravarse.

Sánchez, que piensa solo en su futuro personal, es, sin duda, el gran responsable de que la idea de la unidad nacional no se haya impuesto como una evidencia incontestable. Para conseguirlo, Rajoy y Rivera deben demostrar que los dos piensan en el país y no en salvar sus muebles y que, en consecuencia, están dispuestos a pactar el programa de profundas reformas que España necesita, a comportarse con mutua lealtad sin utilizar el pacto en perjuicio de sus socios y a llamar a elecciones en cuanto hayan desaparecido las urgencias que exigen hoy formar una amplía mayoría. Si los tres lo hacen, el pueblo se lo premiará. Si no, serán los responsables de la mayor traición que ha vivido nuestra democracia desde su consolidación.