El arma de la intimidación

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

09 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La batalla empieza ahora. Quiero decir la batalla política de verdad, cuando se oye el bombardeo de avisos y anuncios de seísmos y catástrofes de todo tipo si la derecha es apartada del poder. Abrió turno el presidente de la Comisión Europea, señor Juncker, miembro del Partido Popular Europeo, que vio a Pedro Sánchez en Lisboa y se apresuró a decir que la coalición de Portugal no garantiza ninguna estabilidad. Le siguió el poderoso banco de inversión Goldman Sachs, que advirtió que la situación española está en un callejón sin salida y que la inestabilidad política de nuestro país supone nada menos que un riesgo para el euro. Y, muy en su papel de portavoz del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría dijo que Pedro Sánchez «pagará su investidura con la unidad de España».

Son palabras muy mayores. Para algunos resultarán intolerables por lo que suponen de alarmismo, con un añadido efecto llamada al miedo económico y al pesimismo ciudadano. Para otros, en cambio, serán advertencias imprescindibles en este momento tan difícil de la nación. Y entre esos dos extremos está llamada a moverse la opinión pública. Temo que nos espera una larga temporada de incertidumbres y miedos, y el miedo más peligroso es el del mundo económico, que se estanca y se paraliza en cuanto atisba la menor dificultad. Y temo que se esté poniendo en marcha una poderosísima maquinaria propagandística y de presión para hacer inviable la coalición progresista con la que sueña Pedro Sánchez.

Este cronista, como ayer escribió, no es partidario de esa alianza, pero por razones bien distintas: ideas políticas muy diferentes entre el PSOE y sus asociados; único nexo compartido, el afán de derribar al Partido Popular; liderazgo discutido del señor Sánchez; demasiadas siglas (pueden llegar a once) a repartir poder e ideología, y probabilidad de enfrentamientos en la coalición por la competencia entre Podemos y el Partido Socialista. Eso es lo que inspira el análisis político según las informaciones de que disponemos. Ir un paso más allá con las amenazas apocalípticas que no hicieron más que empezar me parece precipitado.

Precipitado y peligroso. Recuerda demasiado el caso de Grecia antes de sus últimas elecciones. A los griegos se les obligó en la práctica a elegir entre Syriza y los mercados. Y, naturalmente, un pueblo castigado y empobrecido nunca elige mercados. En España no hay votaciones en el calendario oficial, pero puede haberlas si ni Rajoy ni Sánchez consiguen formar gobierno. Si se nos obliga a elegir como en Grecia, ya sabemos quién ganará. Y, aunque no se llegue a una convocatoria electoral, si tiene que haber un cambio de Gobierno, creo que tenemos derecho a recibirlo sin la soga de la intimidación.