El 20D y la política real

Jaime Miquel
Jaime Miquel LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

05 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Los resultados del 20D son inéditos en España y materializan el ciclo electoral pluripartidista en el que nos encontramos desde el verano del año 2012, con cuatro fuerzas políticas preponderantes desde febrero del 2015. Dos partidos emergentes, Podemos (69 escaños) y Ciudadanos (40), han situado 8,7 millones de votos y 109 escaños donde antes no había nada, mientras que el PP (123) y el PSOE (90) han retrocedido 8,8 millones de votos y 110 escaños respecto a sus resultados del año 2008.

Los resultados confrontan la vieja política del siglo XX, basada en la imposición, con la aspiración ciudadana de una política nueva basada en el diálogo, la localización de los lugares de encuentro y la suma de todas las capacidades. Los viejos partidos consiguen sus mejores resultados en las circunscripciones interiores y despobladas, mientras que los partidos emergentes, y muy especialmente Podemos, lo hacen en las circunscripciones más pobladas, jóvenes y dinámicas.

Ciudadanos ha conseguido registros históricos: Adolfo Suárez no conoció el 14 % ni se acercó a los cuarenta escaños. Pero no suma con el PP. Quedó por debajo del resultado esperado y en el negocio de los votos estos sucesos se conceptualizan y se difunden como fracaso. No lo es. Ciudadanos ha triunfado en Madrid (18,8 %), que marcará tendencia, y cuenta con diputados en toda España excepto en el País Vasco, Navarra, Extremadura y La Rioja. Sin embargo, apelar al cumplimiento de la ley y a la unidad de España no es propio de un partido emergente, porque en la calle estos asuntos no están en cuestión. Las afirmaciones de españolidad de Ciudadanos son gratuitas y les cuestan votos, porque lo que está retrocediendo en las urnas es precisamente la España uninacional inmóvil de los siete premios Nobel, votada por los más mayores en las circunscripciones más subsidiadas. Cuando Ciudadanos reproduce este discurso está desatendiendo el mandato del conservador o el liberal del siglo XXI, que no es necesariamente uninacional: es lo que resuelva la convivencia.

Porque España no se rompe. Atemorizar a las personas es un recurso detestable de la vieja política. Estamos en el siglo XXI, en la Unión Europea y en el mundo global, donde España es el sustantivo que denomina a uno de sus veintiocho Estados. Se llama así desde que existe, no se va llamar de otra manera ni va a ser de otra forma por decisión unilateral de nadie. España es una pieza fundamental de la Unión Europea, que es una región de acumulación de riqueza, de progreso científico y técnico y de ciudadanía. Dentro de la Unión no hay revoluciones violentas, tampoco hay dictaduras. Hay normas de convivencia consensuadas y en perfeccionamiento continuo. Nadie se salta estas normas y amenazar con hacerlo es vieja política de máximos, un chiste.

El PSOE está atado al siglo XX y, por consiguiente, destruido. Lo que no es hacer hipótesis sobre el futurible, son datos y circunstancias. El PSOE está obligado a dar estabilidad y Gobierno al PP, antes o después, porque su España uninacional no es miscible con la España plurinacional de Podemos, menos aún con la no España de ERC. En la política real solo suman el PP y el PSOE.