PSOE, otra vez la tentación cainita

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

31 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El día que Pedro Sánchez dio un golpe de mano en el Partido Socialista de Madrid, cesó a Tomás Gómez y cambió la cerradura de la sede, hizo un ejercicio de autoridad. Discutible en las formas, pero fue su primera demostración de poder. El día que mandó o permitió la destitución de Antonio Miguel Carmona como portavoz socialista en el ayuntamiento de Madrid quiso demostrar cómo se trata a los críticos. El día que incluyó a Zaida Cantera y a Irene Lozano en puestos privilegiados en la lista de Madrid, postergando a Eduardo Madina, demostró quién los tiene bien puestos para mandar en su organización.

Pero la venganza, según el clásico, es un plato que se sirve frío. Los agraviados supieron esperar, vieron los resultados de la lista de Sánchez, sufrieron la humillación de ser el cuarto partido por número de votos en Madrid y devolvieron las hostilidades en el momento en que más daño pueden hacer a quien más daño les hizo: ayer mismo, un grupo de militantes y dirigentes regionales pidieron la dimisión del secretario general. La consigna del Partido Socialista de Madrid es: alguien tiene que ser el responsable de ese desastre electoral. Perder estrepitosamente la batalla de Madrid es como perder la dignidad.

Obviamente, la petición de Madrid no obliga a nada. Madrid es la capital de España, pero a efectos políticos hace tiempo que dejó de ser un vivero de votos socialistas. Desde el tamayazo hasta Manuela Carmena, la izquierda no tocó poder en la capital e incluso el famoso cinturón rojo se dejó seducir por el azul de los encantos de Esperanza Aguirre. Lo malo, como digo en el párrafo anterior, es el momento: cuando el Partido Socialista está metido en una profunda autocrítica, porque no ha sido capaz de digerir la competencia de Podemos; cuando Pedro Sánchez acaricia la idea de encabezar una mayoría de izquierda para presidir el Gobierno de la nación y, sobre todo, cuando una parte del PSOE se plantea el próximo congreso del partido como una oportunidad para cambiar a su secretario general.

Este cronista no está seguro de quién tiene razón en este lío interno, por otra parte tan habitual en el socialismo español. Pero cree que Sánchez solo es una parte del problema. Si hay esos movimientos desde Andalucía a Madrid contra él, es que el PSOE no sabe resolver su liderazgo. Si se le quiere mover la silla justo en estos momentos, es que el PSOE tiene poco sentido de la oportunidad. Si se quiere cambiar el caballo en medio de la carrera, es que el socialismo español ha perdido olfato de victoria. Y si se quiere tumbar a Sánchez cuando quizá haya que volver a las urnas, una de dos: o les ha salido la tentación suicida, o tienen oculto un candidato sensacional.