La enorme responsabilidad de los cuatro grandes partidos

Daniel Ordás
Daniel Ordás LA MIRADA EXTERIOR

OPINIÓN

29 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Los resultados del 27S en Cataluña y del 20D en toda España han dejado un panorama esperanzador para una nueva forma de hacer política, pero que puede acabar en un desastre si no se asumen las nuevas reglas de juego. Imagínense un partido de baloncesto con las reglas del fútbol. Dos porteros sentados en cada canasta y 20 señores intentando encestar con el pie. Algo parecido ha pasado en la política española. Desde hace media década se venía anunciando el cambio político impulsado por la crisis económica, que dejó al descubierto todas las carencias del sistema actual (falta de instrumentos de participación ciudadana, sistema electoral injusto, Senado ineficaz y con sus funciones alteradas, listas cerradas, partidos caudillistas y falta de control democrático). No era difícil verlo en una época de crisis y corrupción. Todos los políticos se daban más o menos por enterados y murmuraban algo sobre el «cambio», pero solo el que se les antojaba a ellos.

La última campaña electoral ha dejado patente que aún no han cambiado de chip. Aunque el tetraempate -un Parlamento muy heterogéneo con cuatro partidos destacados e imprescindibles todos ellos- era más que previsible, hicieron campaña como si fueran los años ochenta. La campaña del 2015 debería haber sido la de las propuestas en vez de la promesas, porque todos sabían que ninguno iba a poder cumplir sus promesas. Debería haber sido la campaña de «estoy dispuesto a pactar con todas las fuerzas democráticas acuerdos globales o puntuales, en función del resultado que los votantes consideren oportuno darnos», pero prefirieron decir que todos los demás eran malos e intocables y que nunca pactarían con nadie y que todos estaban convencidos de que gobernarían en solitario.

No han estado a la altura en la campaña, pero pueden remediarlo en la legislatura.

El panorama que les hemos dejado los electores a los electos no es fácil en los esquemas antiguos, pero refleja nuestra voluntad. Queremos una política con un poco de PP, un poco de PSOE, un poco de Podemos y un poco de Ciudadanos.

Ante la situación creada el 20D, estos cuatro grandes partidos tienen una enorme responsabilidad. El PSOE tendría que negociar con Podemos para llegar a formular las exigencias que le tiene que hacer al PP a cambio de su abstención. Desde mi punto de vista, deberían de ser que el presidente no sea Rajoy, que se moderen en un pacto las tres grandes reformas del pasado mandato (educación, trabajo y seguridad ciudadana) y que la legislatura que empieza se limite de antemano a dos años, en los que se tomen las medidas previstas en el artículo 168.1 de la Constitución para iniciar los trámites de la reforma constitucional y en las elecciones del 2018 todos los partidos se presenten con sus propuestas concretas para que las nuevas Cámaras las debatan.

A cambio, el PSOE tendría que ofrecer la abstención a la investidura de Soraya Saénz de Santamaría como presidenta y un relevo en el liderazgo de la oposición, dejando en manos de Meritxell Batet el grupo parlamentario y en manos de Susana Díaz el partido (que de facto ya lo está).

Podemos tendría que exigirle al PSOE garantías de que se inicie el proceso de reforma constitucional y comprometerse a hacer durante los dos años del período de sesiones una oposición constructiva y dialogante, visto que la legislatura decisiva sería la siguiente. Ante la perspectiva de que el período constituyente 2018-2022 (según lo previsto en la Constitución) necesitará mucho consenso y dialogo, los políticos del cambio y los de los partidos tradicionales deberían de darnos ejemplo y prepararnos para un mandato sin enfrentamientos y de superación personal y partidaria.

Ciudadanos debería de llegar a acuerdos con el PSOE y Podemos para pactar el precio de la abstención que le cobrarán al PP. Ante todo, que no sea Rajoy el candidato y que todas las reformas de esta breve legislatura sean (como ya dice Rivera) pactos de Estado, en vista de que la siguiente legislatura requerirá mucho talante dialogante y sentido común.

El PP debería de ofrecer la moneda de cambio que ya viene anunciando a lo largo de toda la campaña y sustituir a Rajoy por Sáenz de Santamaría en el debate de investidura, comprometerse a moderar un poco las tres leyes estrella de la legislatura anterior y abrirse a debatir el preacuerdo abstracto que requiere la Constitución para su propia reforma. Podría aprovechar esta breve legislatura para demostrar a todos que en el futuro puede ser socio de pactos con cualquiera. El problema del PP (como de cualquier otro partido que sale de gobernar con la arrogancia que da una mayoría absoluta) es que no apetece como socio a nadie. La cura de modestia que le hemos recetado los votantes a él y a los demás les va a sentar bien.

Espero que los 350 electos estén a la altura de las circunstancias y no se empeñen en obligarnos a votar otra vez, porque es bastante probable que no cedamos al chantaje y volvamos a votar lo que consideremos oportuno y que el próximo resultado sea incluso más complicado que este. De todos modos, los que no estén dispuestos a pactar con los resultados que les hemos dado o que les daremos si nos obligan a volver a votar, deberían de tener la dignidad y vergüenza de no volver a presentarse. ¿O acaso vamos a votar cada tres meses a los mismos 350 hasta que nos rindamos y cambiemos nuestro voto?