De salvar al soldado Sánchez a acribillarlo

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

09 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

He escuchado tantas interpretaciones sobre quién ganó, perdió o empató el debate del lunes, que ya no tengo ni idea de quién fue el vencedor. Rectifico: creo que los criterios previos de simpatía o coincidencia ideológica han decidido la clasificación. Pero tengo que rectificar otra vez: si la victoria de Pablo Iglesias ha sido tan notoria como dicen algunas encuestas y lo ha sido por coincidencia ideológica, Podemos tendría que ganar las elecciones, y no es eso lo que dicen las encuestas. Este galimatías mental en que estoy situado me lleva a una conclusión provisional: el debate ha sido un magnífico programa de televisión con excelente audiencia, pero es dudoso que haya hecho cambiar muchos votos e incluso que haya despejado las dudas de los millones de indecisos. Lo que influye es el clima posterior: si hay mucha opinión publicada, encabezada por el señor Rajoy, de que Pedro Sánchez se acabó, es probable que muchos votantes lo vean así, aunque no lo hayan pensado al verle en el debate.

Y ya que cito a Pedro Sánchez, empiezo a temer que sea la víctima de estas elecciones por tres motivos; tres cercos. Primero, el cerco de Rajoy. Si el presidente dijo lo que dijo, es que ya está instalado en el cara a cara del próximo lunes y quiere llegar a él con el líder socialista nervioso y acomplejado. Le quiere dar un golpe de gracia despiadado, porque sigue pensando que el adversario electoral del PP es el Partido Socialista. Segundo, el cerco de Pablo Iglesias. Tal como está el combate, Podemos solo puede crecer (y dicen que está creciendo otra vez) a base de arrancar votos al PSOE. La hostilidad puede ser espectacular en la fase final de la campaña. Y tercero, el cerco de Albert Rivera. La ambición de Ciudadanos es lograr el sorpasso, conquistar el segundo puesto del podio y a partir de ahí lo que resulte de la capacidad de Rajoy para formar gobierno. Pero sería un resultado fantástico para Rivera quedarse como jefe de la oposición. Hará lo imposible por conseguirlo, también a costa de Pedro Sánchez. Y Rajoy, si gana, encantado, porque es preferible una oposición templada que un socialismo radicalizado para no ceder más terreno a Podemos.

Perdone el lector este juego especulativo, pero creo que es uno de los frutos del debate y la explicación de la crueldad (a mi juicio poco justificada) con el bueno de Pedro Sánchez: está tan situado en el punto álgido del sistema, que su sacrificio es básico para el triunfo de todos los demás.

De «salvar al soldado Sánchez» se está pasando a «matar al soldado Sánchez». Si yo estuviera en su pellejo, no haría otra cosa hasta el lunes que preparar el cara a cara con Rajoy. Quedar decente esa noche puede ser su única salvación.