¿Es un deber ético vacunarse contra la gripe?

Javier Martínez Pérez-Mendaña TRIBUNA

OPINIÓN

30 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La gripe es una enfermedad infecciosa de origen vírico, muy contagiosa y de aparición brusca. Cursa con fiebre alta, tos, abundante secreción nasal, dolor de cabeza, de las articulaciones, de los músculos y de la garganta, e intenso malestar general. Aunque en la mayoría de los casos la fiebre y los demás síntomas suelen desaparecer espontáneamente, es considerada por la OMS y por todos los países desarrollados como un importante problema de salud pública por su elevada frecuencia (entre el 8 y el 12 % de la población gallega), considerable mortalidad en los grupos de riesgo (en Galicia, más del doble que la producida por los accidentes de tráfico), e incremento del número de consultas, ingresos hospitalarios y bajas laborales.

Ocurre sobre todo durante el invierno, pudiendo propagarse con rapidez en lugares cerrados como centros educativos, residencias de ancianos, oficinas y ciudades, siendo menos frecuente en espacios abiertos. El virus se transmite a través de las gotitas que en forma de aerosol expulsa el enfermo al toser, al estornudar o al hablar, que pueden ser respiradas por otras personas, o a través de las manos. Para evitar la transmisión es necesario lavarse las manos frecuentemente y, al toser, taparse la boca y la nariz con un pañuelo de papel. La enfermedad, que no debe ser confundida con el catarro o resfriado, dura entre una y dos semanas y es contagiosa desde un día antes de que se hayan manifestado los síntomas hasta 6 días después de su desaparición.

No se sabe exactamente por qué las epidemias de gripe se producen de forma estacional durante los meses fríos del invierno y no de una manera uniforme a lo largo de todo el año. Una de las posibles explicaciones es el hecho de que durante el invierno el contacto entre las personas es más estrecho y duradero en los domicilios y todo tipo de lugares cerrados, lo que facilitaría la transmisión del virus de persona a persona. Además, los virus sobreviven durante más tiempo en los ambientes fríos.

La eficacia de la vacuna de la gripe es de hasta el 80 %, y hace disminuir no solo el riesgo de padecerla, sino también, en el caso de que el vacunado enfermara, atenuando su gravedad, la mortalidad, el número de consultas y el de ingresos hospitalarios. Y si esto fuera poco, los vacunados, además de protegerse a ellos mismos, menguan la probabilidad de que la padezcan personas cercanas a ellos gracias al denominado efecto rebaño. Porque así como la transmisión de la infección se expande de una manera parecida a las explosiones de racimo, la vacunación extiende la protección alrededor de los que se vacunan. Este efecto mágico de las vacunas es particularmente importante en los trabajadores que están en contacto con personas susceptibles de enfermar, como son los profesionales sanitarios, los profesores y los cuidadores de niños pequeños y de ancianos.

Desde el 19 de octubre hasta el 19 de diciembre, la Consellería de Sanidade está llevando a cabo de forma totalmente gratuita la campaña de vacunación antigripal para las personas de 60 años o más y otros grupos de riesgo, entre los que se encuentran todos los profesionales sanitarios (por estar en contacto con enfermos vulnerables), personas de cualquier edad que viven en instituciones cerradas (residencias de ancianos), mujeres embarazadas (si se vacunan no solo se protegen a ellas mismas, sino también a sus hijos hasta los 6 meses de vida) y enfermos crónicos de cualquier edad.

Si es importante que se vacunen todos los ciudadanos de más de 60 años y del resto de los grupos de riesgo antes mencionados, en el caso de los profesionales sanitarios ello adquiere una relevancia especial, porque la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad son una parte esencial de sus obligaciones.

Dado que la vacunación, además de procurar protección individual y de disminuir el riesgo de contagiar a los pacientes, ejerce una función ejemplarizante para el resto de los ciudadanos, ya que colabora a disminuir la morbimortalidad que la gripe supone, a reducir las bajas laborales y a contener el gasto sanitario, en este sentido podría ser considerada la vacunación un deber ético.