Ellos ponen la fe, nosotros el miedo

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

17 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Eso que el papa llama «guerra mundial por capítulos» quizá no hizo más que empezar. Como dice Manuel Valls, habrá nuevos atentados y no sabemos dónde. Como supone la lógica, los terroristas del Estado Islámico han conseguido el viernes una victoria terrorífica que agiganta su publicidad y el miedo en las naciones occidentales. Y como se podía esperar, las naciones amenazadas distan mucho de ponerse de acuerdo en decidir cuál es la respuesta más adecuada al desafío. Francia, herida en su orgullo, utilizó la fuerza con un bombardeo aéreo sobre el supuesto nido de los asesinos en Siria. España se recluye en las soluciones internas de un pacto que no logra aunar todas la voluntades políticas. Las naciones más poderosas del mundo, reunidas en Turquía para hablar de negocios, no consiguieron ofrecer hasta el cierre de esta columna otra imagen más expresiva que el abrazo compungido al ministro francés de Asuntos Exteriores.

Ese es el panorama después de la tragedia de París. Pasarán los días, seguirán los bombardeos, se aliviará el dolor causado y, cuando los Gobiernos y las policías se hayan relajado dentro de unos meses, producirán otro zarpazo que nuevamente calificaremos como «una acción de guerra». No sabemos cuántos atentados harán falta en Europa u otros lugares sensibles para que las naciones occidentales adopten una decisión común en la línea que dijo el presidente del Gobierno español: si el problema es global, la solución tiene que ser global. Pero falta quien le ponga el cascabel al gato. Falta quien lidere la que podríamos llamar «operación limpieza», que puede llegar a tener dimensión de genocidio, pero nadie lo quiere decir.

Mientras tanto, hay muchos misterios en la vitalidad del Isis, Daesh, Estado Islámico o como lo queramos llamar. ¿Se sabe, por ejemplo, cómo se financia? Un dato difundido ayer hablaba de que el negocio del petróleo le deja un beneficio de al menos cuarenta millones de dólares mensuales. ¿Quién les compra ese petróleo, contribuyendo así a su capacidad mortífera? Por lo que estamos viendo, tienen material bélico muy sofisticado: usan fusiles Kalashnikov, que no están al alcance de cualquiera; en los registros efectuados en Francia se encontraron ese tipo de armas y misiles; fueron capaces de derribar un avión en pleno vuelo; extienden sus acciones armadas por medio mundo con gran capacidad de fuego? ¿Quién les vende ese armamento? ¿Lo saben los servicios de inteligencia de las naciones desarrolladas? Ese tipo de interrogantes dibujan un horizonte pesimista, con un agravante: quienes nos atacan están llenos de fe en su loca misión histórica; los demás, o tenemos miedo a la intervención directa y por tierra o no sabemos qué hacer.