Ante la actitud ilegal de los secesionistas

Fernando González Laxe
Fernando González Laxe FIRMA INVITADA

OPINIÓN

06 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Cuál es la garantía de la democracia? La ley. Por tanto, los marcos normativos han de ser acatados, respetados y cumplidos. El espectáculo montado por parte de algunos partidos y personas en Cataluña contiene todos los ingredientes de una mala y nefasta estrategia. No porque no se pueda plantear, discutir y llegar a votar planteamientos de mayor autonomía o de singularidades más amplias que otras comunidades autónomas dentro del Estado; sino porque los denominados defensores del secesionismo, la desconexión y la independencia (todos juntos, aunque con objetivos y ambiciones diferentes) han hecho una apuesta escasamente consistente y viable. Muy semejante a los del hooliganismo antidemocrático.

Tiene razón Duran i Lleida (ex líder de CiU) cuando afirma que «flaco favor le están haciendo a sus ideas» los que están planteando dicha estrategia insurgente. Porque lo cierto es que la propuesta de resolución del Parlamento «instando al futuro Gobierno catalán a iniciar el proceso de independencia y de desconexión del Estado español», es ilegal. Tiene como objetivo provocar un enfrentamiento con el resto de la sociedad española; significa un desafío y un reto al Estado democrático de derecho; y supone un fraccionamiento dentro de su propia sociedad.

A mi juicio, la propuesta que desean votar el próximo lunes, saltándose los procedimientos y normas democráticas hasta ahora vigentes, y en base a una supuesta mayoría no lograda ni conseguida en las urnas, está llena de desesperación. Pone de manifiesto su escasa capacidad de liderazgo, al impedir ellos mismos abrir un proceso de negociación. Su actitud es la de imponer, muy forzadamente, su criterio, sea cual sea la fórmula arbitrada, como expresó con claridad el conseller de presidencia de la Generalitat, cuando dice: «Lo vamos a hacer, pues de una manera u otra se acabará votando», o cuando alguien de la CUP expresa, en tono amenazante: «Esto solo es el principio».

Llama la atención, en segundo lugar, cómo el presidente de la Generalitat no negocia el proceso, sino que se lo imponen. Da a entender que solo le preocupa salvar una imagen autoconstruida para una próxima historia tergiversada. De ahí, la presión de la CUP, que no tiene nada que perder y, sin embargo, mucho que ganar, pudiendo desplazar al anonimato al histórico partido de Jordi Puyol, con sus militantes, simpatizantes y su seny, hoy puesto en entredicho.

¿Cómo entender las respuestas? Tensar las instituciones catalanas al punto de hacerlas quebrar es una apuesta sin sentido, pienso yo. Querer tumbar a un Estado democrático de derecho no es fácil, si las propias instituciones del mismo funcionan y lo hacen utilizando los amplios márgenes que poseen. Lo lógico es que aquellos que presumen de no acatar las normas, de promover el incumplimiento de las mismas, de promover la trasgresión permanente y constante de los procedimientos democráticos, de alentar una falta de respecto a las normas, y una desobediencia a las autoridades, no deben seguir manteniendo su puesto, por lo que sería aconsejable proceder a la contención y al desarme jurídico de dichos actos y actitudes.

Al mismo tiempo, quienes han utilizado toda esta estratagema para presionar en el tablero de una negociación con el Estado y con el resto de los españoles, se han equivocado, porque han apostado por un rumbo de colisión, de enfrentamiento y de falta de empatía para poder sentarse a plantear cuestiones serias y de compromiso.

Me ofenden quienes afirman que el Estado español no es un Estado democrático; que nuestra democracia es débil; que no es solidaria y que no está legitimada. Por eso, me inclino a pensar que ante los que apuestan por la ruptura y una vez que estos hayan pasado las denominadas líneas rojas, debe existir una respuesta contundente, gradual y eficaz, contando con la fortaleza de la sociedad y que, al mismo tiempo, los partidos políticos actúen bajo el crisol de la legalidad y la legitimidad en una necesaria acción de freno.

Ahora es el momento y la oportunidad de debatir; no de desobedecer. Es la hora de tender la mano a quienes desean conformar un Estado estable, federal y cohesivo, no de asumir exclusivismos trasnochados y antidemocráticos. Hoy se exigen nuevos planteamientos y no pensar en ucronías. Es decir, actuemos políticamente.

Fernando González Laxe (Expresidente de la Xunta de Galicia)