La película rodada en A Coruña se deja ver muy bien. Crea el punto de angustia necesario para no parpadear. La ciudad sale espectacular. Los planos cenitales la hacen lucir en todo su esplendor, al borde del mar, besando al Atlántico por todas partes. Amándolo. El cine español ha descubierto un filón con los tomas desde el aire (ver La isla mínima). Ya está bien de zurrarle al cine español (gallego) sin motivo. El desconocido es un filme que da lo que sabes que vas a ver. Ni más ni menos. Tosar está enorme en su papel de padre agobiado y perseguido. Y eso que solo actúa con las manos y la cara. Pero es un pedazo de actor. Ya saben el chiste: no hay nada más intenso que Tosar resolviendo un sudoku. Javier Gutiérrez le da una réplica bárbara. Qué actor. Las historias con niños siempre son un peligro. Creo que era Hitchcock el que no quería ni niños ni mascotas en los rodajes. Pero el gallego Dani de la Torre lo resuelve bien. Y el montaje de Jorge Coira, tela. Con el nivel de adrenalina que se le espera a una narración tensa, con el reloj que corre como el nudo de una soga, efectos especiales a la altura. Sin spoiler, hay un giro inteligente que da consistencia a la trama. Y está el toque social, sobre los bancos que saltaron la banca. Pero tenemos que estar orgullosos de que, en Galicia y en España, se haya hecho una película con la misma tensión que la saga Speed o que la fabulosa Non-Stop de Liam Neeson en el avión (que rodó por cierto en Hollywood un catalán). El desconocido demuestra que las historias son siempre universales. Que A Coruña puede ser un fascinante plató de cine para una película de acción sobre ruedas y tensión que corta como el filo de una navaja. Esa pierna que sangra.