Bailad, políticos, bailad

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

08 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El baile de un político es una cosa muy seria. Si baila con algún donaire, puede ganar unas elecciones. Si es un zoquete, puede arruinar su carrera. Esta es la última novedad en la ciencia política. Desde hace unas semanas, un profesional de la política ya no se distingue por su brillantez oratoria, ni por su sentido del Estado, ni por ninguna de esas menudencias tan valoradas en otros tiempos. Se distingue por la galanura de su baile, por su agilidad en los movimientos, por la gracia de su cuerpo, por su sentido del ritmo y, sobre todo, por su capacidad de danza coral.

Tenemos todas las pruebas para demostrarlo. La primera la ofreció don Miquel Iceta, candidato socialista a la presidencia de la Generalitat, que se hizo viral, como se dice ahora, por el primer baile que se marcó como cierre de un mitin. Cuando volvió al siguiente, la gente ya no le pedía, como a Alfonso Guerra, «dales caña, Alfonso». Le pedía el baile como colofón y don Miquel tenía que bailar y arrastró a Pedro Sánchez entre el entusiasmo del público. Miquel Iceta es el imprevisto autor del fenómeno. Pasará a la historia como «el fundador». De hecho, ayer, para contar que Soraya había bailado en televisión, varios medios dijeron que se había «marcado un Iceta». Eso es crear estilo político.

Si la señora Sáenz de Santamaría no se hubiera atrevido a bailar, su entrevista con Pablo Motos hubiera quedado en un diálogo simpático, pero poco trascendente. El baile, en cambio, agitó las redes sociales, inspiró memes, protagonizó tertulias y seguro que motiva a decenas de articulistas. Cuando pase un mes, nadie se acordará de sus pensamientos; pero nos acordaremos de su arte bailarín, como todavía nos acordamos de las sevillanas que se marcó en la Feria de Abril.

El gran servicio que Soraya prestó a la causa del PP, ahora que anda tan abatido por Ciudadanos y las andanadas de Aznar, ha sido descubrir una cualidad inédita de Rajoy: es muy bailongo. Lo critican por su inmovilismo y él se defiende alegando las reformas que acometió. Soraya ha sido mucho más eficaz al desvelar que se le mueve el esqueleto a los primeros acordes de la música de los ochenta. Ahora surgirá un clamor pidiendo que lo demuestre. Podría marcarse un chotis con Esperanza Aguirre. Resolvería el problema catalán a los acordes de una sardana.

No lo toméis como algo frívolo. Lo que esto demuestra es que tenemos unos políticos acartonados y no los imaginamos haciendo una vida normal. Si nos sorprende ver a un presidente tomando cañas, ¿cómo no nos va a sorprender verlo bailando? Queremos novedad en la política y, al no encontrarla, nos conformamos con lo único nuevo que ofrecen: ¡saben bailar! A falta de ideología, buenas son danzas.