El aroma acre de las promesas

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

05 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Pasadas las elecciones catalanas y próximas las generales, todo huele a promesa en Galicia y en España. Es un aroma acre, sabor amargo: porque la ciudadanía conoce de sobra el carácter laxo y endeble de lo que se habla meses antes de las elecciones. Recuerdo la primera vez que voté. Año 1982. Me ilusionaba entonces aquella decidida apuesta de Felipe González, antimilitarista, anticapitalista y, sobre todo, la resolución inequívoca de no tener nada que ver con la OTAN. Cuando uno es joven es de izquierdas o no es nada. Yo lo fui, porque pensaba que izquierda y derecha eran antónimos, hasta que me convencí de que la antonimia es simplemente un juego gramatical. Pero volvamos a Felipe y a la OTAN. El cuento no acabó como se prometía. Como tampoco aquello de los ochocientos mil puestos de trabajo. Los impuestos que iba a bajar Rajoy hace cuatro años resulta que subieron y, para poner un ejemplo palmario, la ley del aborto que iba a reformar tan poco la cambió que echó al ministro al que le hizo el encargo de mudarla. Es el aroma acre de las promesas electorales. Sin embargo, encontrarán ustedes políticos, ofertantes de palabras, especialmente dotados para los augurios y los compromisos. Luego, no solo los incumplen, sino que su gestión administrativa es nefasta (el paradigma es Artur Mas). Llegados a este punto, pues, el problema es que el olor de las promesas no condicione a nadie ni a nada. Ni siquiera al voto.