Mas ha muerto, visca Catalunya

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

29 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Artur Mas ha muerto en las trincheras de la guerra que él mismo desató. Se preparan las pompas fúnebres y su entierro en el panteón de los mártires que lucharon por la independencia de Cataluña. Le sobran méritos al prócer caído para tal distinción. Aprovechó su poder como representante del Estado para romper amarras con ese Estado, antepuso la causa secesionista a la prosaica e ingrata tarea de gobernar en tiempos de crisis y depuró de meapilas y nacionalistas light la coalición que lo había aupado al poder. Cumplió con brillantez.

Entregó su vida por la causa, porque sabía de sobra que cuando se destapa la caja de los truenos y se polarizan las posiciones remata el papel del precursor y los generales toman el mando de las operaciones. La lógica del relevo resulta impepinable: si la independencia es cosa buena, nadie mejor que los independentistas de toda la vida para dirigir el asalto. Si el futuro Estado catalán nos promete la felicidad, subirá las pensiones y recuperará el dinero que nos roba España, ¿quién mejor que ERC o CUP para conducirnos, como Moisés por el desierto, hacia la tierra prometida? Es la hora de los cristianos viejos que acreditan pureza de sangre, no la del converso reciente, advenedizo que todavía anteayer formaba en las filas del nacionalismo colaboracionista.

Muerto Mas en la guerra de la independencia, envuelto su féretro en la estelada, los generales más radicalizados se juramentan al grito de «visca Catalunya lliure». Ninguna sorpresa al respecto: pese al traspié que sufrieron el pasado domingo, nadie esperaba un anuncio de suicidio. Tampoco el bloque unionista puede hacer mucho más que resistir la embestida secesionista. Y en medio de esa confrontación, volados todos los puentes entre las dos Cataluñas, ¿quién gobernará las pequeñas cosas de andar por casa? ¿Quién administrará minucias como la sanidad o la educación, diseñará políticas de empleo, decidirá si conviene reducir el gasto público o invertir en carreteras? Nadie.

Cataluña parece condenada al caos y el desgobierno. Tal vez los independentistas alcancen un pacto para ocupar la Generalitat, pero ¿alguien puede creer que, aparte de compartir la trompeta soberanista, es posible tejer un programa común de Gobierno con los mimbres derechistas y liberales de Convergència, los izquierdistas de ERC y los extremistas de la CUP? La misma inconsistencia tendría, en el bloque de enfrente, un conglomerado que abarcase fuerzas tan dispares como Ciudadanos y Podemos, PSC y PP. Pues esas son, desaparecidos los vasos comunicantes que en el pasado permitieron otras combinaciones, las dos únicas vías para conformar mayorías parlamentarias. Y ambas conducen al desgobierno.

A la vista del callejón sin salida, debería considerarse la propuesta formulada por Ciudadanos y convocar elecciones en Cataluña. No nuevas, porque la consulta del pasado domingo solo era un plebiscito. Y los referendos valen para lo que valen, pero no para decidir quién y cómo debe gobernar.