Ni cheque en blanco, ni problema resuelto

Daniel Ordás
Daniel Ordás FIRMA INVITADA

OPINIÓN

29 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

E n todas las elecciones el votante se ve ante el problema de que con una sola papeleta tiene que contribuir a un cuadro que le agrade. No puede quitar votos a unos, ayudar un poco a otros y apoyar mucho a los siguientes. Solo puede dar su pequeña pincelada y esperar a que el cuadro salga bien.

El equilibrado resultado de las elecciones al Parlamento de Cataluña ha dejado descolocados a los políticos de todos los bandos y huérfanos de argumentos a los tertulianos. Entre los que vaticinaban una abrumadora victoria del independentismo y los que creían que con la alta participación quedarían diluidos los votos de los cuatro gatos indepes, hubo más de un comentarista que se quedó con dos palmos de narices al ver el cuadro colectivo que pintaron los catalanes. Lograron cuadrar un empate casi perfecto entre independentistas y unionistas, un empate entre derecha e izquierda, un empate entre fuerzas emergentes y viejas glorias. Lograron que no haya ni cheque en blanco para unos, ni problema resuelto para otros.

Gana Ciudadanos, que triplica sus escaños, se proclama definitivamente alternativa seria al PP por el centroderecha y a Podemos en las praderas de los emergentes. Le queda la espinita de que, a pesar de liderar el antiindependentismo, no podrá gobernar y su competición con el PP y Podemos fue en un campo que dista mucho del que se encontrará en las generales de diciembre. Le servirá de consuelo que ha ganado la pole position en la parrilla de las generales.

Gana la CUP, que triplica sus escaños y pasa de ser un partido de posiciones que en otros países corresponderían a minorías extraparlamentarias a ser decisivo para la formación del Gobierno autonómico más sonado de la historia. Le queda la espinita de tener que apoyar a un Gobierno con el que no coincide más que en el planteamiento independentista y que a lo largo de la legislatura ha cometido todo lo que viola y ofende sus más profundas convicciones. Le servirá de consuelo que es el socio independentista que podrá seguir plantando batalla mientras sus compañeros de viaje tengan que negociar.

Gana Junts pel Sí, que es, con gran diferencia, la lista más votada y logra el matrimonio imposible en una lista a la que muchos no auguraban vida ni hasta la precampaña. Consigue acercarse a la mayoría absoluta y monopolizar una campaña en la que impuso a todos los adversarios su calendario, desviando cualquier mirada crítica de su gestión y gestores. Le queda la espinita de no haber logrado una mayoría popular clara que le hubiera permitido imponer todas las reglas del debate y el amargor de haber perdido 9 diputados en el intento de sumar. Le servirá de consuelo saber que ha sembrado pánico en las filas unionistas y que esta vez habrá interlocutor al otro lado de la mesa.

Gana el PSC, que alcanza la orilla a nado sin mojar demasiado la ropa, descolgando a los rivales de Podemos y PP. Logra camuflar las disonancias de sus mensajes y del eco de su hermana mayor de Ferraz. Le queda la espinita al socialismo de saber que en las generales sus propuestas van a tener que ser mucho más concretas, sin revocar lo prometido en Barcelona ni espantar mucho en Sevilla. Le servirá de consuelo que, si no consigue formular propuestas concretas para la reforma constitucional antes de las generales, siempre le queda la opción de despistar con un baile.

Gana un poco Podemos, que entra en Cataluña por la puerta de Iniciativa per Catalunya e introduce su marca en un territorio difícil. Le queda la espinita de haberse cargado de un tirón dos de los trece escaños que ICV le había dejado en herencia. Le servirá de consuelo que Cataluña era un campo complicado porque lo guay, lo cool y lo indignado en Cataluña se vendía en otra tienda que no tiene sucursales en el resto de España.

Gana un poco el PP, que a pesar del pánico de las encuestas se mantiene vivo y puede reivindicar parte del frenazo al independentismo por su papel de poli malo, que luego dio cosecha a otros. Le queda la espinita de ser un factor irrelevante en el antiindependentismo de la próxima legislatura, descolgado por Ciudadanos y el PSOE, y lo que más le debería de doler es que, siendo el partido que gobierna España, se queda en Cataluña a 10.000 votos de un partido como la CUP. Le servirá de consuelo que tendrá un papel decisivo en Cataluña desde su posición en Madrid.

Aunque me gustaría poder repartir una parte de la victoria también con Unió, no quedan elogios en el saco cuando le toca el turno. Unió pago caro el tardío divorcio de su socio convergente. Quedándose en tierra de nadie, los tres meses de emancipación no permitieron a un partido con 84 años de trayectoria dibujar un perfil que pudiera aguantar los tsunamis emocionales de una campaña que solo conoció dos trincheras y no admitía matices. Le servirá de consuelo que la legislatura se vislumbra breve y en los próximos comicios puede resucitar con una propuesta concreta de compromiso para el catalanismo no independentista.

Ante este cartel de triunfadores malheridos y fracasados sonrientes, los ciudadanos de Cataluña pueden celebrar con orgullo el mosaico difícil pero sensato que han creado. Cuando todos acaban descontentos pero aliviados el compromiso no suele ser malo. Ahora toca hablar sin rencor y presentar propuestas concretas y serias para la reforma constitucional que mejore la convivencia de toda España.