Mañana no se independiza Cataluña

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

26 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

No, mañana no. Lo máximo y lo peor que puede ocurrir mañana es que un aluvión de votos secesionistas ponga al Estado contra la pared. Después, al terminar el recuento, que una o varias multitudes se concentren en algunos lugares gritando «independencia», mientras las televisiones transmiten al mundo esas imágenes. Y al mismo tiempo, que los partidos que defienden la unidad se retiren humillados a sus casas. Eso es lo peor que puede ocurrir. También puede suceder que la hasta ahora mayoría silenciosa haga valer su poder y otorgue sus sufragios a los partidos españolistas. En cualquiera de los dos casos y después de celebraciones distintas, el lunes por la mañana Cataluña seguirá siendo una comunidad autónoma de España, el Estado español seguirá pagando las pensiones y el señor Montoro seguirá librando importantes cantidades para pagar la deuda catalana.

¿Y qué pasará después, en el caso de una probable mayoría soberanista? ¡Oh! Entraremos en una constante, en una interminable guerra jurídica, llena de iniciativas «constituyentes», de creación de «estructuras de Estado», de protestas ciudadanas, de incitaciones a la desobediencia civil y de recursos ante el Tribunal Constitucional. Una parte de todo eso, mientras ese Gobierno central está en funciones, las Cortes están disueltas por las elecciones generales y la cuestión catalana seguirá siendo eje de estrategias y mítines. Es decir, la tormenta perfecta para desestabilizar lo que se quiera. O, si el lector lo prefiere, para internarnos en el caos. Pero Cataluña seguirá siendo una comunidad autónoma de España.

Cabe la posibilidad, también en el peor de los casos, de que Artur Mas, Raül Romeva u Oriol Junqueras, según cómo termine su batalla por el poder, culminen su hoja de ruta de forma clandestina, sin ningún acto jurídico recurrible ante el Constitucional y proclamen la independencia cualquier tarde de primavera. No es descartable esa estrategia, porque el señor Mas presume de ser muy astuto. Pues bien: incluso en ese caso, con la República Catalana proclamada y sin necesidad de utilizar el artículo 155 de la Constitución, Cataluña seguiría siendo una comunidad autónoma de España. En medio de un conflicto sensacional, pero comunidad autónoma.

¿Y saben por qué? Porque después de todo eso y de las energías, la ciencia jurídica y los trapicheos gastados en el proceso, seguirá faltando lo básico: el reconocimiento internacional. Un Estado nuevo no se constituye cuando lo deciden los promotores de ese Estado, sino cuando lo reconocen los demás. Y eso parece tan difícil que no se entiende cómo Mas se ha metido en ese laberinto. Lo cegó la pasión. Se creyó Moisés, pero el mundo no es el mismo que el de Moisés.