¡Cállate, ONU, no des la tabarra!

OPINIÓN

05 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Si fuese tan optimista como Mas, que ya huele el Estado catalán en la corte carolingia, podría decir que la crisis de refugiados que vive la UE tiene su origen en la Primera Guerra Mundial; que fue confirmada con la brutal política de colonización y descolonización que llenó el Medio Oriente de dictadores y depredadores asentados en falsos Estados, y que alcanzó su actual nivel de maestría gracias a las lecciones derivadas de la Segunda Guerra Mundial, cuando Europa le enseñó al mundo cómo se hacen los genocidios, cómo se arrasan las identidades y los patrimonios históricos, cómo se degrada a la humanidad al nivel de la basura mediante sanguinarias dictaduras de izquierda y de derecha, cómo se deportan y matan los niños con precisión industrial, y cómo la criminalidad política y militar puede ser retribuida con honores y bendiciones.

Pero mi optimismo no alcanza para llevar la historia tan lejos, y por eso me limito a poner el origen de esta tragedia en el día en que la ONU, masacrando sus propias bases fundacionales, fiándose de militaristas como Rumsfeld, Cheney y Bush, y sin más argumentos que una botellita de penicilina que exhibió Colin Powell en el Consejo de Seguridad, legitimó la fantasmal coalición que, formada por Bush, Aznar y Blair, estaba orientada a controlar los intereses económicos y estratégicos del Medio Oriente a través del caos social y político, de la destrucción de sus incipientes Estados, y de la entrega de sus destinos a una proliferación de señores de la guerra que quedaron encargados de matar cualquier esperanza de paz y de reconstrucción.

Aquella ONU, sojuzgada por Bush, destruyó para muchos decenios toda esperanza de gobernación internacional, y sembró la tierra de ejércitos terroristas que pueden más que los Estados que habitan. Y por eso suena a sarcasmo e insulto que, mientras seguimos chapurrando de forma errática sobre aquel episodio de barbarie, salgan las otras caras de la ONU -el Acnur y la Unesco, sobre todo- a explicarle a la UE qué hay que hacer con los refugiados, cómo salvar Palmira, y cómo dar el biberón a los niños huérfanos.

Europa -a través de la OTAN y de su vergonzosa pasividad en el Consejo de Seguridad- no está libre de culpas. Pero al menos ahora está callada, mientras trata de afrontar las consecuencias de sus errores. Pero que la ONU siga dando lecciones sin haber asumido su criminal estupidez, y que quiera recuperar su poder haciendo de guía del éxodo que provocó, clama a la vez al cielo y al infierno. Por eso los ciudadanos libres tenemos la obligación de refregarle sus miserias y hacer oídos sordos a todo cuanto dice y representa, hasta que deje claro que sabe en qué consisten la paz y el desarrollo, y que renuncia a organizar el mundo a través del caos. Así que, malograda ONU, mientras no te regeneres, ¡cállate!