«Privatofobia» sanitaria

Jesús Rodríguez TRIBUNA

OPINIÓN

30 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Resulta sorprendente la vehemencia, que en algunas ocasiones deriva en violencia, con que determinadas personas o colectivos rechazan lo que perversamente denominan «privatización de la sanidad».

Al observar estas reacciones me pregunto si esta no será una nueva modalidad de caza de brujas abanderada por los autodenominados defensores de la sanidad pública, similar a la que llevaron a cabo los defensores de la fe única en la Inquisición.

Para poder mejorar la salud, cuidar en la enfermedad y ayudar a las personas cuando ya no hay esperanza, los servicios sanitarios precisan del trabajo de multitud de agentes externos. Desde elementales empresas de alimentación a sofisticadas multinacionales de tecnología pasando por un sinfín de empresas de servicios. No siempre ha sido así. De hecho los primeros hospitales regentados por frailes poseían un gran huerto para poder alimentar a pacientes que entre otras cosas tenían hambre. Actualmente, a nadie se le pasa por la cabeza que el servicio público precise de un servicio agrícola con personal propio para garantizar la calidad de los alimentos que se proporcionan a los pacientes, ni que se tenga que dejar de comprar medicamentos a las multinacionales.

Los hospitales se modernizan de forma constante y dirigen sus esfuerzos a una especialización cada vez mayor de sus servicios. Las empresas externas son capaces de incorporar la innovación tecnológica de forma ágil obteniendo resultados cada vez mejores en cuanto a calidad del servicio.

¿Cuál es la razón que subyace para demonizar a estas empresas cuando participan en el servicio sanitario? ¿Acaso tienen una forma diferente de actuar cuando trabajan para un ayuntamiento o para un ministerio? ¿Han seleccionado a los más inútiles para prestar servicio en la sanidad? ¿Será que los empresarios son malas personas por definición y es peligrosa su participación en un servicio sanitario? ¿Habrá que ser empleado público para que no te acusen de intenciones lucrativas a costa de la salud?

Pese a esta privatofobia sanitaria que ahora dirige sus dardos en Vigo hacia el modelo concesional utilizado, no hay más que acercarse a la avenida Clara Campoamor para ver el hospital Álvaro Cunqueiro. Un hospital bien hecho, grande, luminoso, respetuoso con el medio ambiente y que cuenta con todos los elementos que permiten mejorar la asistencia. Grandes profesionales sanitarios y expertos de primer nivel en gestión de servicios no sanitarios. Personas responsables y comprometidas con su trabajo que tienen ahora una gran oportunidad para desplegar sus habilidades y conocimientos en una formidable infraestructura, les pague la nómina el servicio público o la empresa privada. De una manera o de otra podrán proporcionar un buen servicio público, digan lo que digan los presuntos defensores de la sanidad pública.