Nos hemos acostumbrado a regir el tiempo con el ritmo escolar. Por ello, podemos decir que, tras el parón veraniego, estamos a punto de iniciar un nuevo curso. Deberíamos estar contentos, incluso con una pizca de ansiedad. Sin embargo, no son esos los sentimientos que respiramos, ¿verdad que no? Lo que se avecina no nos gusta lo más mínimo porque es más de lo mismo: en vez de buscar puntos de encuentro y remar todos en la misma dirección para tratar de solventar los problemas que tenemos (que no son moco de pavo), cada uno va por su lado, la bronca y el insulto están al orden del día y hay mucha gente interesada en agrandar las diferencias, pues lo que está en juego es el poder, por supuesto.
La sofística, la demagogia y el ansia de revancha que practican algunos dirigentes han convertido la búsqueda de la verdad en un auténtico imperativo categórico. Con creciente frecuencia me descubro a mí mismo pensando: ¿a alguien le importa todo esto? Justo en esos momentos, propicios para el desánimo, la vida suele hacerme un regalo: esta semana fue la celebración de la fiesta de santa Teresa Jornet en la residencia que las Hermanitas tienen en Betanzos. Esas mujeres, que han encontrado en el cuidado de los ancianos no solo su realización personal sino también el camino de su perfección espiritual, son testimonio vivo de que otra forma de entender y de hacer las cosas es posible.