Imposturas

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

09 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Entre la realidad y la política, casi siempre media un abismo de impostura. Para ser político hay que ser una fiera de la actuación. Las juventudes de los partidos, en las que los muchachos aprenden a ser directores generales, instruyen a los futuros senadores en un arte que consiste en mantener el pensamiento propio a raya y en manotear cuando sientes el aliento implacable de la verdad en la nuca. Esa educación explica la última indignación de esa Medea cardada llamada Esperanza Aguirre que ayer se arrancó todas las carnes tras saber que el juez que investiga la cloaca de la Púnica sospecha que el PP, su PP, se financió de manera irregular. Menuda osadía la de su señoría, pues tamaña insinuación mancha la inmaculada existencia contable de un partido cuya gestión económica durante décadas parecía estar en manos de golfos apandadores disfrazados de chéster, eso sí. Esperanza alucina y alucina muy bien, porque eso es lo que debe hacer una política como ella, alborotarse y gimotear cuando alguien amenaza alguna de las grandes imposturas de nuestra política. Esta impostura, en concreto, es la que dice que los partidos los financian los afiliados y las aportaciones públicas, y que el cobro y el pago de comisiones ha sido una especie de delirio colectivo que alguien se inventó para fastidiar y tocar las narices y poner en riesgo el sistema. Hemos sabido también que días después de que la policía le acariciara el cogote a Rato, Rodrigo fue recibido por el ministro del ramo en la sede de Interior, que imagínate que haya coincidido en la puerta con ese mismo agente, un funcionario eficaz que lo mismo te inclina la testuz que te indica dónde está el despacho del señor ministro. Cosas muy raras todas, como de impostores alucinados.