Galicia caníbal

La Voz EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

02 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

No conozco ningún otro sitio donde haya tantas fiestas de todo lo devorable como Galicia: pulpo, cabrito, callos, quesos, pan, gallinas, percebes, pimientos... de todo.

El psicoanálisis alumbra al respecto que la boca es la zona por la que se calman los malestares más primarios como son el hambre y la ansiedad y, además, permite un plus de goce a través del chupeteo en sí mismo. Cualquiera que se muerda las uñas, coma sin hambre, fume y beba compulsivamente, igual que los que no son capaces de renunciar al chupete jamás, sabe bien de lo que hablo. Cabría entonces pensar que hay mucha ansiedad o mucho temor sin embridar en esta tierra como para que se agradezca y prolifere tanta voracidad. Podría ser una clave.

La cibernética aplicada a los sistemas humanos enseña cómo a veces la tensión intra o intergrupal puede amenazar con desequilibrar el sistema relacional y desencadenar mecanismos comunitarios capaces de reequilibrar esa tensión; muchos rituales de tipo festivo cumplen esta función. A lo mejor la clave va por ahí y es preferible comerse un pulpo juntos que un rencor o una envidia en solitario.

Tampoco hay que descartar que siendo como es esta una tierra de provisión extraordinaria, su gente aprecie mucho más lo bueno que cualquier forastero de dieta precongelada y comida de colorines. A favor de esta hipótesis está la querencia que tienen los gallegos por visitar restaurantes gallegos allá donde van. O puede que simplemente se trate de una argucia encaminada a actuar como reclamo turístico tentador para extranjeros e irrenunciable para aborígenes. Lo cierto es que aquí se come mucho y se come muy bien. Comer y bailar al son de la Panorama o el Combo Dominicano son en Galicia dos placeres anhelados una vez llega el verano.

Lo único que no me acaba de convencer del todo es el churrasco ranchero que suele cocinarse en las fiestas caníbales. No es la cocina a la brasa la que ha elevado la gastronomía gallega a la condición de sublime. El gallego es fundamentalmente un maestro cocedor y lo es porque dispone de una materia prima que no precisa de más adorno: carne, patatas, mariscos, pulpo, caldos, caldeiradas... esa es su esencia. El churrasco es una moda importada desde la emigración americana que requiere un alma de gaucho para poder controlar ese concepto borroso que es «el punto», por eso los churrascos verbeneros suelen ser carnes secas o crudas que solo tienen un pase con un chimichurri -del inglés give me the curry- que tampoco es para tirar cohetes, explosivos que, por cierto, son el otro elemento imprescindible para poder considerar cualquier xuntanza caníbal como una verdadera fiesta. ¡Salud!