Bienvenidos al norte

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

01 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace pocos años una película francesa de idéntico título al de esta columna, tuvo un éxito sorprendente en Francia y España. Era una comedia amable que contaba el traslado a su pesar de un funcionario de correos a un pueblecito del norte francés casi fronterizo con la vecina Bélgica. Contrariamente a la imagen tópica de una ciudad norteña de clima hostil y gentes hoscas, el funcionario se encontró con un pueblo de gente estupenda, feliz y solidaria y un territorio para no olvidar.

Este mes de julio he frecuentado por cuestiones relacionadas con el oficio de escribir, distintas ciudades norteñas, desde Pontevedra a Cantabria, pasando por festivales literarios en A Coruña, Gijón -Semana Negra- o el Celsius de Avilés.

Salidas que duraban tres días cada semana y que evitaron que siguiera instalado en el Madrid del asfalto recalentado donde el termómetro se obstinó en no abdicar de los cuarenta grados arriba o abajo.

Las visitas al norte, que siempre me recibió con su entrañable bienvenida cuando me reconocía, fueron en gran parte mi tabla de salvación térmica, y hasta me agradó la pertinaz lluvia que se coló de rondón en Santander la víspera del día grande de Galicia y fiesta mayor local, estragando los nocturnos fuegos artificiales que inundaron de cenefas de colores el cielo de la bahía. La lluvia, como no podía ser de otro modo, salió a saludarme en uno de los meses de julio más cálidos del gran país del norte, que no es otro que aquel que se dibuja desde Bayona de Francia hasta Baiona de Galicia, mezclando todos los tonos de verde que el hombre es capaz de imaginar.

Y concluyó julio, y el verano subraya agosto en el calendario, y las playas del sur son un destino inequívoco, con playas atestadas en tostaderos humanos donde la temperatura es una cuestión de géneros, pasando del masculino, el calor, al femenino, la calor, según avanzan los grados ascendiendo por el barómetro, sin entrar en esa apoteosis que pluraliza el número de grados denominándolo las calores.

Por eso el norte tiene la respuesta, allí el tiempo también veranea, con esa indolencia de un paseo a media tarde, con rebeca para que la brisa se quede quieta en las terrazas, indicándonos cómo se camina por los senderos de la historia o se aguardan las noches sobre el día diez en que las lágrimas de San Lorenzo lloran sobre la tierra haciendo que desde el cielo miles de perseidas, estrellas fugaces, derramen en la noche su saludo cósmico de bienvenida.

Bienvenidos al norte, encuentren todas las respuestas sin necesidad de buscarlas, viajen al país de los mil ríos que vierten en el mar del norte justo donde también nace el Atlántico. Alguien, estoy seguro, los espera al norte de la rosa de los vientos, para darles la bienvenida que tenemos para quienes nos visitan. Créanme.