Lo que España necesita es el regreso del PSOE

OPINIÓN

30 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Si analizásemos la España actual a través de los debates que dominan el circo mediático y los escenarios parlamentarios y corporativos de la política institucional, nos sorprendería comprobar que, lejos de estar angustiados por problemas estructurales -incluidos el paro, la desigualdad y la pobreza-, lo que más amenaza nuestro bienestar es la incertidumbre política derivada de la crisis. Lo que más nos preocupa es que el alto nivel de gobernabilidad que hemos alcanzado, se vea afectado por una enorme y abstracta indignación que produce desafección del orden existente sin generar un nuevo paradigma. Y por eso, lejos de temer grandes males objetivos, lo único que tememos es que el galimatías electoral que estamos montando ponga el país a los pies de los caballos, sin que haya nadie capaz de mantener el orden institucional y el timón del Gobierno.

Pero si esto ya es sorprendente, más raro resulta comprobar que ese galimatías electoral no viene de la irrupción de nuevas fuerzas políticas, sino del cambio de posición estratégica que efectuaron dos fuerzas políticas muy tradicionales -PSOE y CiU-, que, en vez de revisar sus carencias estructurales y sus errores, quieren aprovechar la crisis para generar un nuevo Estado (CiU), o para acelerar una victoria sobre el PP, para la que ni unos ni otros disponen de líderes y de organización suficientes. Y de ahí se deriva -del todo vale con tal de apear al PP- la extraordinaria potenciación de fuerzas como Podemos y Ciudadanos, que, a pesar de estar muy lejos de poder provocar un cambio de sistema, encuentran en el PSOE la fuerza que les falta para desbaratar el modelo actual, o para comportarse -dicho con todo dramatismo- como el perro del hortelano, ese que ni come ni deja comer.

Lo único que necesita España para rebajar las turbulencias generadas por el independentismo catalán y por la fragmentación estéril del arco parlamentario, es que el PSOE regrese a su discurso tradicional sobre España, a su bien probada estructura de partido, y a los modelos de alternancia de los que tanto se benefició desde la transición hasta hoy. Pero todo indica que este desiderátum, del que tantos socialistas se hacen eco en sus desesperados comentarios personales, dejó de ser posible el día que Felipe González cesó abruptamente en su liderazgo, y embarcó al gran partido socialdemócrata -que él mismo había fundado- en una alocada y cainita carrera por inventar y quemar líderes, a los que no se les da ni tiempo ni sosiego para generar su propia estabilidad, ni para hacer una estrategia bien pautada de regeneración del partido y reconquista del poder.

Pero el PSOE actual ni siquiera se da cuenta de que no lo criticamos para destrozarlo, sino para rescatarlo. Para que deje las ensoñaciones y vuelva a ser lo que siempre fue. Así de claro y de sencillo.