¿Cómo se llama su perro?

Javier Guitián
Javier Guitián EN OCASIONES VEO GRELOS

OPINIÓN

28 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Mi nombre es Javier, soy botánico y mi perra se llama Herba. Tengo un amigo llamado Salvador, le gusta la vela y su perra se llama Driza, y un vecino cuya perra se llama Tosca; lo han adivinado, es aficionado a la ópera. A la vista de esto podríamos suponer que los nombres de los perros reflejan la personalidad o los gustos de sus dueños, pero verán que la cosa no está siempre tan clara. Vayamos al asunto.

Para empezar, existen nombres de canes que se utilizan con mucha frecuencia y que no parecen decirnos nada sobre sus propietarios y sí sobre los propios animales; piensen, por ejemplo, en Blaki, del que podemos suponer que será negro, o en Kira, que será sin duda una auténtica señorita. Pero es que además existen casos en los que los nombres de los animales pueden llevarnos a sacar conclusiones equivocadas sobre sus dueños. Piénsenlo, ¿será el dueño de Rambo un pendenciero o el de Golfo un sinvergüenza? No necesariamente.

Pues bien, si esto ocurre con la gente común, ¿qué ocurre con los perros de los políticos? Recientemente han aparecido en escena la perra del ministro del Interior, presente en un debate parlamentario, y la de Esperanza Aguirre, paseando por la calle en campaña electoral. Por lo que hemos sabido la primera se llama Lola y la segunda Pecas, bonitos nombres sin duda, pero cabría esperar unos nombres más acordes con sus cargos como, por ejemplo, Porra o Pija.

Tampoco las razas caninas nos dicen mucho de los políticos, piensen que Aznar tiene un labrador, y nunca ha visto un sacho, y Monago un perro salchicha, lo cual no sé qué quiere decir. Haciendo ficción canina, el líder del Bloque Nacionalista Galego solo podría tener un perro de una raza autóctona, un palleiro por ejemplo, en el Partido Socialista harían primarias para elegir la raza del perro de Besteiro, y Núñez Feijoo se decantaría, sin duda, por cualquier raza a la que pudiera recortarle el rabo; los de Podemos, cómo no, someterían la elección a una consulta popular entre toda la ciudadanía.

Resumiendo, no creo que los nombres de los perros nos digan mucho del carácter de sus dueños, salvo excepciones como la del perro Patrás cuyo estúpido propietario pretende que camine hacia delante. Por lo demás, no me gustaría terminar este artículo tan canino sin contarles que un vecino de mi pueblo, aficionado a la caza, tiene nueve perros a los que llama: Lute, Otegui, Chenoa, Carrillo, Tejero, Leticia, Gadafi, Pancho y Lume; pronto llegará Pantoja a ampliar la familia. No me negarán que con este equipo canino resulta bastante difícil hacer un retrato de su personalidad, ¿o no?

En fin, tengo que dejarles, Herba me llama.