Santiago y los ochenta

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

04 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La nostalgia es miel y veneno. Pero también es fuente de conocimiento. La editorial Galaxia ha publicado un libro muy interesante de Antonio Piñeiro. Se titula A identidade fascinada y el autor consigue recuperar la increíble década de los ochenta en Compostela. A medio camino entre el ensayo y la novela, Piñeiro reconstruye la fascinación con la que la generación del baby boom llenó Santiago desde los primeros ochenta. La universidad pasó de treinta mil alumnos a sesenta mil y se vivía de noche. Los jueves por la noche. Los miércoles por la noche. Los martes por la noche. El libro está sembrado de referencias que explotan en la memoria de quienes pasaron y pasearon aquellos años por una ciudad que tenía mil caras. Como recoge el libro, por algo Pereira la definió como la ciudad más alegre de España en aquellos años. Piñeiro tira de recuerdos para hablar del Número K y sus andamios, de los artistas de Atlántica, de los apuntes en Tórculo, de los cafés interminables, del humo y el flexo. Y, por supuesto, de Clangor, con aquel estallido del atentado que fue como un sonoro despertar de un encantamiento que duró una década y que todavía, ya de otra manera, sería vigente en los noventa. Crecía la universidad, se multiplican los alumnos, pero nacía y crecía la Xunta. Todo era nuevo y distinto. Pero jamás distante. La mayoría eran mozos galegos chegados de vilas, pobos e cidades, con ganas de empapar en queroseno sus corazones de esponja. El Metate, el Papa Upa. Los clásicos de la zona vieja, el Galo D?Ouro, los neones de la zona nueva, las galerías. Todo a tiro de vaso de tubo. De canciones que hoy todavía son himnos. Antonio Piñeiro borda con reflexión unas páginas que son el Cuéntame qué pasó de Santiago y los ochenta.