St. Vicent

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

03 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Es una de esas películas menores que se cuela en las carteleras. Ahora la tienen en el videoclub. Pero es emocionante hasta las lágrimas (fáciles, pero las lágrimas). Qué bien sienta llorar. Encima tiene un actor que no me gusta. De esos a los que les tienes un punto de manía. Me refiero a Bill Murray, que, para mí, es un poco como Robin Williams (descanse en paz). Siempre algo sobreactuados. Tirando al histrión, a veces, de forma gratuita. Como exhibiendo su músculo de teatro. Pero, en St. Vicent, Bill Murray hace de una especie de Nota del siglo XXI (como el personaje de Jeff Bridges en El Gran Lebowski, de los Coen), con un grado pasado de alcohol y de bordería. El filme, no desvelo más, cuenta la historia de un niño y este tipo desagradable. Como el azar convierte al tipo mayor pasado de vueltas, arrasado por la vida, en el canguro de un crío que roza la excelencia (un chaval al que casi se le ven las alas de ángel). La inocencia como un lago claro frente a la turbia vida real que el personaje de Murray le presenta al chaval de forma abrumadora. Genial esa tormenta final de la canción de Dylan. Genial la explosión sentimental del filme. Muy bien la madre del crío y hasta llega a ser creíble Naomi Watts en su papel de prostituta embarazada. La vida no se ve mejor a través de un vaso vacío de bourbon que te acabas de beber. Pero es que la vida puede repartir unos boletos de apuestas sin premio muy puñeteros. Disfruten de esta amable historia, ácida y dulzona a la vez, como de aquellas películas de sesión de tarde que se veían en familia y que sin darnos cuenta nos hacían a todos un poco mejores.