El desastroso balance de Artur Mas

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

19 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Muchos de quienes sostuvimos públicamente, aquí y en otros foros, que convocar el referendo de autodeterminación que exigía el nacionalismo catalán y todos sus aliados históricos y sobrevenidos suponía una flagrante ilegalidad constitucional y un disparate político mayúsculo debimos soportar de todo: desde insultos indecentes hasta la condescendencia, displicente y petulante, de quienes se manifestaban convencidos de que España estaba dividida entre quienes entendían y querían resolver el llamado problema catalán (ni que decir tiene, todos nuestros críticos) y los que no entendíamos nada de lo que pasaba en Cataluña, hasta el punto de estar dispuestos a meter a España (al Estado español, ¡pido disculpas!) en el infernal laberinto de un conflicto interminable.

Varios meses después de aquella controversia, las cosas han acabado saliendo por peteneras, pero no desde luego como pensaban los listos que nos daban a quienes nos negábamos a aceptar el trágala de un referendo ilegal lecciones de supuesta tolerancia territorial y presunta convivencia democrática, sino por otro sitio completamente diferente: la historia ha colocado a cada quien en su lugar y especialmente al armadanzas de aquel follón monumental, a quien el tiro le ha salido por la culata de una forma que ni él, ni ninguno de quienes lo jaleaban, pudo sospechar.

En las elecciones municipales del pasado 24 de mayo, el alcalde barcelonés de Convergencia fue sustituido por una amateur de la política institucional, Ada Colau, por cuya candidatura ningún nacionalista hubiera dado ni un solo duro hace unos meses. Cuando aún escocía el disgusto de ese fiasco, que castigó no solo a CiU sino, también a algunos de los que no le supieron hacer frente (el PSC), aquella CiU ha dejado de ser CiU: ayer mismo, y mostrando al fin su desacuerdo con la deriva independentista de Convergencia, Unió decidió romper la coalición que desde hace años unía a ambos partidos.

Pero Mas no se resigna, claro está, a aceptar su fantástica derrota. Lejos de ello y como un boxeador sonado tira golpes al aire por el cuadrilátero de la política catalana y española, en forma de apertura de nuevas delegaciones de la Generalitat en el extranjero (las próximas en Marruecos, Ciudad del Vaticano y Portugal), mientras cierra quirófanos por falta de presupuesto o, por idénticos motivos, deja de pagar cantidades obscenas de la factura farmacéutica.

Y todo ello, ¿cómo no?, con el dinero que le suministra el Fondo de Liquidez Autonómica, que pagamos todos los españoles, para que ese político patético en que Mas se ha convertido pueda seguir construyendo las llamadas estructuras de Estado con las que quiere hacer la independencia de Cataluña irreversible? cuando lo único que ya no tiene reversión es el desastroso balance de su gestión desleal e irresponsable.